lunes, 30 de diciembre de 2013

Ensayo sobre Los años del Tropel de Alfredo Molano


Violencia Justificada.

Muchas veces se realizan actos violentos y se justifican, no es algo poco común, por lo contrario, esto se ve a diario a diversos niveles.
Bien sea el pequeño niño de jardín que golpea a uno de sus compañeros con la típica excusa de “él empezó” o una pelea de bar que termina con la muerte y la excusa es “él me miró mal” o “él me engañó así que puse veneno en su comida”. Por gracioso y banal que parezca, la violencia siempre se justifica, pero cuando se razona sobre lo sucedido, imparcialmente, se logra comprender de que la violencia nunca se justifica.
Una de las violencias mas justificadas en nuestros tiempos, es una que lleva creándose desde antes de los tiempos de muchos de nosotros, así es, la violencia en Colombia.
Colombia no solo es un hermoso país lleno de personas amables y carismáticas, sino que además ha sufrido la desgracia de tener que vivir una enorme violencia socio-política que constantemente los bandos que pelean se auto justifican para continuar el conflicto. De cierta manera, el libro de Alfredo Molano “Los años del Tropel” es un testimonio para comprender el punto de vista previamente planteado. En este libro, uno de los personajes más impactantes es el Chimbilá.
El Chimbilá no es un hombre cualquiera, es un hombre de creencias firmes que decide aventurarse en las guerras de guerrillas que se generaban en la Colombia de mitad del siglo XX a causa de los problemas socio-políticos generados por las diversas ideologías. El Chimbilá hace parte de la rama de los “Godos” y a medida que avanza su historia nos relata todas las aventuras por las cuales tuvo que vivir. Desde adentrarse en pueblos liberales y asustarlos para que se fueran o las travesías que tuvo que vivir en diversas cárceles del estado.
El Chimbilá es un ejemplo perfecto para comprender esto, puesto que en innumerables casos menciona o afirma que el no quería recurrir a la violencia, o que a pesar de estar al mando de varios hombres, el no era realmente responsable de lo que ellos hicieran o que decidiera hacer puesto que no podía controlarlos al cien por ciento. De esta y otras maneras el Chimbilá nos demuestra que su violencia no era un recurso al cual recurría principalmente, sino que o era su último recurso o en algunos casos ni siquiera estaba bajo su control.
Sin embargo el personaje es bastante dualista, o redondo, ya que al inicio del relato nos habla con tono solidario a la paz y bondad con cosas como “[…] Y las mujeres, llore, las mujeres, ese tropel de hembras que corrían asustadas, apenas lo veían a uno armado se abrían de piernas. Yo tuve que reprender a un soldado. No, eso no se debía hacer… yo nunca permití que los hombres abusaran de las mujeres, ni de los niños. Por eso, después en la cordillera, nos llamaban las Guerrillas Blancas; por eso nos respetaban, porque yo no dejaba que a las mujeres las arreglaran.”
A momentos el Chimbilá se pone ante nosotros como un benévolo líder con firmes y puros ideales, que no justifican acciones viles como las del abuso y demás cosas del estilo para ganar una pelea. Y constantemente nos recuerda esto “Nosotros no combatíamos por combatir, nosotros combatíamos por un sueño, por unas creencias. […] Si nosotros no nos hubiéramos defendido , ellos nos acababan. […] Nosotros no peleamos por pelear, ni hicimos lo que hicimos por hacerlo, nosotros no éramos bandoleros. Sólo conservatizamos la región y remachamos esa conquista con gente nueva, trabajadora y fiel al partido. ¡No más! ¡No fue más! En eso no hubo crimen. Fuero las circunstancias las que lo impusieron, fueron los golpes del destino que nos llevaron de la mano. No más”
De frases e ideas como estas, empieza a ante ponernos la idea de que algunas de las cosas que se hacían, se llevaban a cabo porque las circunstancias requerían ese tipo de medidas, como si de cierta manera estuviera excusándose de algunas de las cosas que se realizaban para vencer en nombre del ideal.
Pero tal y como decía Mahatma Gandhi “Me opongo a la violencia, porque cuando parece causar el bien éste sólo es temporal, el mal que causa es permanente.”, esa violencia a la cual recurría el Chimbilá al igual que muchos otros, no los llenaba, esa satisfacción de creer hacer el bien a través de ese tipo de medidas era como llenarse el estómago de aire, ya que monetariamente se sentían llenos, y en un santiamén se iba dicha sensación y sentían un doloroso vacío.
Este vacío nos lo cuenta el mismísimo Chimbilá cuando empieza a abandonar a los conservadores para convertirse en un fiel seguidor de Rojas Pinilla, ya que empieza a sentirse abandonado por el partido, como si se hubiera ensuciado las manos por nada, como si hubiera decidido tomar unas vacaciones del trabajo del campo para ir a la finca del vecino a arar su tierra.
El Chimbilá sin duda no sentía remordimiento por la violencia, pero seguramente, ese vacío se veía reflejado o mejor dicho, creado por la falta de profundidad, de razonamiento en sus acciones. Además, desde un humilde punto de vista, se puede comprender que como afirmaba Martin Luther King “La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve.”, la vida del Chimbilá estuvo marcada por constantes altibajos causados por la guerra que luchaba. Se pasaba de huida en huida, de prisión en prisión, torturado, “molido a pata”, intentando sobrevivir en un mundo que el mismo se había creado a partir de su “violencia justificada”, y desde el inicio sentía todos los problemas que eso traía consigo. De la misma manera que decía el sabio hindú “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.
La vida del Chimbilá seguramente dio enormes vueltas dentro de un circulo vicioso generado por su violencia, ya que cada vez que se adentraba en un mar de dolor y sangre, las olas creaban remolinos que lo hacían girar una y otra vez, en el mismo punto. Estas revoluciones que lleva acabo en su vida, son las cosas que le hacen contarnos desde el inicio su sensación por la muerte: “ Nunca la había visto tan cerca. L a he visto muchas veces, pero es la primera vez que la veo así, vivita. Siento como un frío que de los pies me salta a los hombros y se me entra por las narices, por los ojos, por las orejas. Me siento distinto, veo las cosas como si me miraran en lugar de mirarlas yo. Me ha dado por recordar, por mirar tras. Todo lo que he vivido se me está volviendo presente, los recuerdos me inundan, me amenazan. Cada hecho de mi vida, cada persona, cada cosa está conmigo, aquí en esta celda, Si no fuera por estas paredes podría decir, no que mi pasado se me vino encima, sino que yo caí de bruces. No puedo mirar hacia delante. Hay una pared blanca que se me atraviesa. Y sé que detrás está ella, acurrucada, callada, sin ojos. Eso es lo que me tiene en la olla, verla sin ojos, oír su murmullo como resuello de buey, Tengo miedo, miedo, nunca había sentido tanto miedo. Es un miedo distinto. No es el miedo que me hace echar para atrás. Me dan ganas de arrancarme el cuerpo y echárselo para que se engatuse mientras yo me doy el ancho.”
Esa sensación que sentía el Chimbilá de tener a la muerte respirándole en la nuca, pero nunca tocándolo era lo que lo tenía absorto, loco si se quiere decir. Es decir que toda la violencia a la cual había recurrido y que había justificado por medio de excusas “lógicas” como que si no se defendía lo iban a matar, o que la situación imponía la acción, solo lo llevaron a vivir una vida vacía y miserable.
De dicha manera, la historia que nos cuenta el Chimbilá puede entenderse desde varios puntos de vista. En primer lugar, el hecho de que justificar la violencia siempre está de más, porque como afirmaba Isaac Asimov “la violencia es el recurso del incompetente”, es decir que lo que realmente nos cuenta la historia, es que justificar la violencia es un acto tan irrazonable como el mismo acto de cometer la violencia, y de cierta manera, el autor nos muestra en el texto como la falta de educación, la falta de enseñanza para que las personas se acerquen a la razón y no a la pelea, son factores fundamentales en un conflicto civil; de la misma manera que afirmaba Nelson Mandela “la educación es el arma mas potente para cambiar el mundo”.
Si el Chimbilá hubiese sido un hombre “ilustrado”, con un acercamiento a la inculcación de la razón sobre la pasión y la ira.
De cierta manera, las excusas, las justificaciones que constantemente nos da el Chimbilá de sus acciones nos demuestra la falta de educación, y esto se comprende cuando nos hace entender que asesinar a otro hombre porque cree en algo distinto está bien pero violar a una mujer o abusar de un menor no, puesto que en realidad ambas son igual de graves. La Violencia Justificada por el Chimbilá no es mas que una evasión justificadora para cometer otros actos, otras fechorías.

Bibliografía:
Alfredo Molano, Los años del Tropel.
www.brainyquote.com
www.proverbia.net

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