Violencia
Justificada.
Muchas veces se realizan actos
violentos y se justifican, no es algo poco común, por lo contrario, esto se ve
a diario a diversos niveles.
Bien sea el pequeño niño de
jardín que golpea a uno de sus compañeros con la típica excusa de “él empezó” o
una pelea de bar que termina con la muerte y la excusa es “él me miró mal” o
“él me engañó así que puse veneno en su comida”. Por gracioso y banal que
parezca, la violencia siempre se justifica, pero cuando se razona sobre lo
sucedido, imparcialmente, se logra comprender de que la violencia nunca se
justifica.
Una de las violencias mas
justificadas en nuestros tiempos, es una que lleva creándose desde antes de los
tiempos de muchos de nosotros, así es, la violencia en Colombia.
Colombia no solo es un
hermoso país lleno de personas amables y carismáticas, sino que además ha
sufrido la desgracia de tener que vivir una enorme violencia socio-política que
constantemente los bandos que pelean se auto justifican para continuar el
conflicto. De cierta manera, el libro de Alfredo Molano “Los años del Tropel”
es un testimonio para comprender el punto de vista previamente planteado. En
este libro, uno de los personajes más impactantes es el Chimbilá.
El Chimbilá no es un hombre
cualquiera, es un hombre de creencias firmes que decide aventurarse en las
guerras de guerrillas que se generaban en la Colombia de mitad del siglo XX a
causa de los problemas socio-políticos generados por las diversas ideologías.
El Chimbilá hace parte de la rama de los “Godos” y a medida que avanza su
historia nos relata todas las aventuras por las cuales tuvo que vivir. Desde
adentrarse en pueblos liberales y asustarlos para que se fueran o las travesías
que tuvo que vivir en diversas cárceles del estado.
El
Chimbilá es un ejemplo perfecto para comprender esto, puesto que en
innumerables casos menciona o afirma que el no quería recurrir a la violencia,
o que a pesar de estar al mando de varios hombres, el no era realmente
responsable de lo que ellos hicieran o que decidiera hacer puesto que no podía
controlarlos al cien por ciento. De esta y otras maneras el Chimbilá nos
demuestra que su violencia no era un recurso al cual recurría principalmente,
sino que o era su último recurso o en algunos casos ni siquiera estaba bajo su
control.
Sin
embargo el personaje es bastante dualista, o redondo, ya que al inicio del
relato nos habla con tono solidario a la paz y bondad con cosas como “[…] Y las
mujeres, llore, las mujeres, ese tropel de hembras que corrían asustadas,
apenas lo veían a uno armado se abrían de piernas. Yo tuve que reprender a un
soldado. No, eso no se debía hacer… yo nunca permití que los hombres abusaran
de las mujeres, ni de los niños. Por eso, después en la cordillera, nos
llamaban las Guerrillas Blancas; por eso nos respetaban, porque yo no dejaba
que a las mujeres las arreglaran.”
A
momentos el Chimbilá se pone ante nosotros como un benévolo líder con firmes y
puros ideales, que no justifican acciones viles como las del abuso y demás
cosas del estilo para ganar una pelea. Y constantemente nos recuerda esto
“Nosotros no combatíamos por combatir, nosotros combatíamos por un sueño, por
unas creencias. […] Si nosotros no nos hubiéramos defendido , ellos nos acababan.
[…] Nosotros no peleamos por pelear, ni hicimos lo que hicimos por hacerlo,
nosotros no éramos bandoleros. Sólo conservatizamos la región y remachamos esa
conquista con gente nueva, trabajadora y fiel al partido. ¡No más! ¡No fue más!
En eso no hubo crimen. Fuero las circunstancias las que lo impusieron, fueron
los golpes del destino que nos llevaron de la mano. No más”
De
frases e ideas como estas, empieza a ante ponernos la idea de que algunas de
las cosas que se hacían, se llevaban a cabo porque las circunstancias requerían
ese tipo de medidas, como si de cierta manera estuviera excusándose de algunas
de las cosas que se realizaban para vencer en nombre del ideal.
Pero
tal y como decía Mahatma Gandhi “Me opongo a la violencia, porque
cuando parece causar el bien éste sólo es temporal, el mal que causa es
permanente.”, esa violencia a la cual recurría el Chimbilá al igual que muchos
otros, no los llenaba, esa satisfacción de creer hacer el bien a través de ese
tipo de medidas era como llenarse el estómago de aire, ya que monetariamente se
sentían llenos, y en un santiamén se iba dicha sensación y sentían un doloroso
vacío.
Este
vacío nos lo cuenta el mismísimo Chimbilá cuando empieza a abandonar a los
conservadores para convertirse en un fiel seguidor de Rojas Pinilla, ya que
empieza a sentirse abandonado por el partido, como si se hubiera ensuciado las
manos por nada, como si hubiera decidido tomar unas vacaciones del trabajo del
campo para ir a la finca del vecino a arar su tierra.
El
Chimbilá sin duda no sentía remordimiento por la violencia, pero seguramente,
ese vacío se veía reflejado o mejor dicho, creado por la falta de profundidad,
de razonamiento en sus acciones. Además, desde un humilde punto de vista, se
puede comprender que como afirmaba Martin Luther King “La
violencia crea más problemas sociales que los que resuelve.”, la vida del
Chimbilá estuvo marcada por constantes altibajos causados por la guerra que
luchaba. Se pasaba de huida en huida, de prisión en prisión, torturado, “molido
a pata”, intentando sobrevivir en un mundo que el mismo se había creado a
partir de su “violencia justificada”, y desde el inicio sentía todos los
problemas que eso traía consigo. De la misma manera que decía el sabio hindú
“Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.
La vida del Chimbilá seguramente dio
enormes vueltas dentro de un circulo vicioso generado por su violencia, ya que
cada vez que se adentraba en un mar de dolor y sangre, las olas creaban
remolinos que lo hacían girar una y otra vez, en el mismo punto. Estas
revoluciones que lleva acabo en su vida, son las cosas que le hacen contarnos
desde el inicio su sensación por la muerte: “ Nunca la había visto tan cerca. L
a he visto muchas veces, pero es la primera vez que la veo así, vivita. Siento
como un frío que de los pies me salta a los hombros y se me entra por las
narices, por los ojos, por las orejas. Me siento distinto, veo las cosas como
si me miraran en lugar de mirarlas yo. Me ha dado por recordar, por mirar tras.
Todo lo que he vivido se me está volviendo presente, los recuerdos me inundan,
me amenazan. Cada hecho de mi vida, cada persona, cada cosa está conmigo, aquí
en esta celda, Si no fuera por estas paredes podría decir, no que mi pasado se
me vino encima, sino que yo caí de bruces. No puedo mirar hacia delante. Hay
una pared blanca que se me atraviesa. Y sé que detrás está ella, acurrucada,
callada, sin ojos. Eso es lo que me tiene en la olla, verla sin ojos, oír su
murmullo como resuello de buey, Tengo miedo, miedo, nunca había sentido tanto
miedo. Es un miedo distinto. No es el miedo que me hace echar para atrás. Me
dan ganas de arrancarme el cuerpo y echárselo para que se engatuse mientras yo
me doy el ancho.”
Esa sensación que sentía el Chimbilá
de tener a la muerte respirándole en la nuca, pero nunca tocándolo era lo que
lo tenía absorto, loco si se quiere decir. Es decir que toda la violencia a la
cual había recurrido y que había justificado por medio de excusas “lógicas”
como que si no se defendía lo iban a matar, o que la situación imponía la
acción, solo lo llevaron a vivir una vida vacía y miserable.
De
dicha manera, la historia que nos cuenta el Chimbilá puede entenderse desde
varios puntos de vista. En primer lugar, el hecho de que justificar la
violencia siempre está de más, porque como afirmaba Isaac Asimov “la violencia
es el recurso del incompetente”, es decir que lo que realmente nos cuenta la
historia, es que justificar la violencia es un acto tan irrazonable como el
mismo acto de cometer la violencia, y de cierta manera, el autor nos muestra en
el texto como la falta de educación, la falta de enseñanza para que las
personas se acerquen a la razón y no a la pelea, son factores fundamentales en
un conflicto civil; de la misma manera que afirmaba Nelson Mandela “la educación
es el arma mas potente para cambiar el mundo”.
Si
el Chimbilá hubiese sido un hombre “ilustrado”, con un acercamiento a la inculcación
de la razón sobre la pasión y la ira.
De
cierta manera, las excusas, las justificaciones que constantemente nos da el
Chimbilá de sus acciones nos demuestra la falta de educación, y esto se
comprende cuando nos hace entender que asesinar a otro hombre porque cree en
algo distinto está bien pero violar a una mujer o abusar de un menor no, puesto
que en realidad ambas son igual de graves. La Violencia Justificada por el
Chimbilá no es mas que una evasión justificadora para cometer otros actos,
otras fechorías.
Bibliografía:
Alfredo
Molano, Los años del Tropel.
www.brainyquote.com
www.proverbia.net
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