martes, 8 de noviembre de 2022

Un cisne en la Disco

 Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 


Suenan los parlantes, 

Azul, verde, rojo, sin importar las luces nos deslumbran, 

Ya no queda cómo pensar en el antes, 

Ya los recuerdos no nos apenumbran. 


Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 


Los vasos se mezclan, 

La música retumba, 

Todos son del mismo clan, 

Ya nadie irá a la tumba. 


Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, 


Las burbujas quedan erguidas, 

Los vasos se tambalean, 

Las almas no chismean, 

Nuestros pies dejan de ser lápidas, 

Sumidas, roídas y torcidas, 

Nuestras vidas no importan, 

Nuestros pies lamentos ya no soportan, 

Las mentes son desprendidas. 


Clap clap clap, Pss pss pss, clap clap clap, Pss pss pss, 

Clap clap clap, Pss pss pss, clap clap clap, Pss pss pss, 


La noche prosigue, 

Pero la magia se detiene, 

No hay corazón que no se atosigue, 

Le pido a mi cuerpo que la ginebra almacene, 

Se planta en medio de la oscuridad, con un tanto de gracia, 

Ella. 


Clap clap clap, Pss pss pss, clap clap clap, Pss pss pss, 

Clap clap clap, Pss pss pss, clap clap clap, Pss pss pss, 


La música se descontrola

Mis latidos supervienen, 

No hay quien la enrole.


El piso se ha calentado 

El azufre se ha escapado 

El viento sopla a su favor.  

Mi piel se calienta y exhalo vapor.

 

Como roca queda mis piernas a su merced, 

Sostengo una y otra bebida con algo de valor, 

Su cuerpo yace ante mi, 

Sus alas rotas y desplumadas se alborotan a su espalda, 

Su sonrisa brilla como guirnalda. 

Abre la boca, 

Infinito destello me derroca. 

Mi imperio, tambaleante con el ritmo se desploma, 

Corro hacia la loma, 

Ruedo, salto, trepo, la daga es roma, 

Se hunde y rebota en sus costillas, 

Mi humildad muere en un sinfín de cosquillas. 

Su cuello, erguido como obelisco retumba, 

Su voz se escapa entre sus labios, 

Dos finos duraznos, 

Me planto como un asno. 



Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, 


Sus ojos se abren, 

La sala queda en total penumbra, 

Todo brillo en ellos se ha perdido. 

Su nariz, se enclava en mi mirar, 

Un nudo en mi garganta me ha ahogado en altamar. 

Rayos y centellas explotan en su boca, 

Palabras más, palabras menos, 

Un poema es gemido por su voz. 


Inquisidora nos mira, 

Eramos nosotros los que estábamos bajo la mira. 

Danza, habla y canta,  pavoneándose

Hace que mi corazón se sonrose. 

Pero a cada paso, a cada palabra, mi boca cava aún más profundo, 

Mi lengua se mueve, pero yo más me hundo. 


Clap clap clap, Pss pss pss, clap clap clap, Pss pss pss, 

Clap clap clap, Pss pss pss, clap clap clap, Pss pss pss, 


Bendito es el tumulto, 

Me escabullo y me arrejunto, 

Todo mi coraje junto, 

Tomo un arco y la flecha cae en su pie, 

Ha reído, 

Pero yo me he ido. 

Con triste marcha, 

Viviré como una mancha, 

Ahora que el cisne de la Disco conmigo no engancha. 


Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, Pss pss pss, 

Pss pss pss, 

domingo, 22 de agosto de 2021

Ni tú ni yo


Palabras secas,

Palabras huecas, 

Puertas sin tuercas, 

Cayendo como cuencas.

Ni tú ni no, 

Ni tú ni yo.

Un panal sin zumbidos,

Un corazón sin ojos ni oídos,

Cuando toca andar de a uno y no de a dos, 

Un glaciar sin pingüinos. 

Ni tú ni yo,

Ni tú ni yo.

Una isla en un desierto, 

con un mar seco, 

sin bordes ni playa. 

Es un infierno el invierno que en el pecho llevamos,

Porque enclavados nos vamos, 

Picoteados somos, por el sol y la hiedra.

Y por manto tengo la ventisca 

Y por almohada una pizca 

Del recuerdo del amarillo, de un limón. 

Ni tú, ni yo. 

Ni tú, ni yo. 

En la tempestad, no hay majestad. 

En la miseria, no queda sino la disentería.

En la soledad, no queda sino la maldad. 

Pero en mi, no queda más nada. 

Ni tú,

Ni yo.

Ni tú, 

Ni yo. 

Cae la noche. 

Se alza la mañana. 

Todo es una patraña, una araña en el café.

Ni una mosca en el arroz, ni sangre por los dientes 

No hay clientes para el hotel corazón.

La razón se esfuma 

Más rápido que la espuma 

De la cerveza de un ebrio 

Cayendo por un río.

No.

Nada. Nada más que el sólido y ronco retumbar de una piedra en un pozo. 

Un desgarro, como arañazo de oso,

No hay sangre que derramar, se secó toda en mis ojos. 

Ni tú.

Ni yo.

Ni tú.

Ni yo.

No hay indicio 

Tampoco inicio 

De una leve mejoría 

Porque la mayoría 

De todos los sueños 

Tienen ya un dueño 

Enterrado bajo tierra. 

Ni las tinieblas ni las nubes 

Entienden lo que ves, lo que fue alguna vez. 

Y lo que no fue.

Como gacela escapó mi fe, 

Mientras de mi suerte me mofé.

No, 

Ya no hay hueso bajo la carne, 

Ni esperanza de que reencarne. 

Ni tú 

Ni yo 

Ni tú 

Ni yo.

Embarrado, mojado, golpeado y estrujado, 

Divago junto al vago recuerdo de un día más cuerdo. 

Pero empotrado en la cruz, que el libre albedrío me concedió, confieso que soy tan infeliz como una lombriz engullida por una rata voladora para acabar por ser defecado por los aires y parar en la calva de algún profano.

El gusto se pierde, como se pierde la vista, cuando se ha observado demasiado y amado aún más. 

Pero ni tú ni yo, recordaremos lo que éramos antes de vernos. 

Ni tú, 

Ni yo, 

Ni yo, 

Ni tú.

Zozobro, sobro. Imploro, pero no ruego. 

Porque luego juego. 

No bebo 

No me alimento 

Porque mi aliento es de cemento.

Miro al cielo y asiento, presiento, el cielo me dice lo siento. 

Ni tú 

Ni yo 

Ni yo 

Ni tú.

Que amargo y gallardo es el recuerdo.

De tu fina sonrisa 

Dibujada como la brisa. 

De tus ojos de ébano, 

Inspiración para este pobre escribano.

Y aunque duela donde la sangre cuela, el recuerdo no vuela, tampoco se congela, la noche no consuela, se desvanece como acuarela. 

No somos 

Ni tú 

Ni yo 

No fuimos 

Ni tú 

Ni yo 

Porque así como llegamos 

Nos fuimos.

Ayer  murió un ruiseñor 

Mañana quizás tú Señor 

Pero hoy, mi amor. 

 

martes, 16 de marzo de 2021

La noche de anoche

La noche de anoche

En la noche no miro las estrellas, en la noche no miro el horizonte, en la noche no escribo poemas, no hago ya nada de eso. 

La mágia murió cuando tu te fuiste. La poesía se volció simplemente un implacable deseo por una felicidad que ya no llega. 

La tristeza, la tristeza se tornó una cotidianidad.  


lunes, 26 de febrero de 2018

Amore e Psiche

Se sentó al pie del piano, levantó aquel covertor y empezó a acariciar las teclas. Los pequeños martillos golpeaban las cuerdas con espléndida armonía. Su vaso temblaba, la miraba, la deseaba, sus manos se hacían de mantequilla, el salón lleno de indiferencia se tornó cálido, nefastamente ardiente, como sus manos, si silueta mortal.
El reloj le apretaba, su mano se entumecía, con la otra intentaba arrancar la corbata que le estrangulaba ahora. Su piel se tornaba cada vez más oscura, asemejaba aquellos mantos fúnebres de los emperadores. Jadeando se acercó a la pista de baile, sujetando un puro para disimular el trance moribundo y meditabundo en el que se encontraba. Sus ojos negros plagados de soledad brillaban como nunca, con vida.
Las manos de mármol continuaban con el majestuoso movimiento. Su vestido vinotinto combinaba seguramente con la sensación de muerte que debía de dejar en cada hombre al que rechazaba. Sus labios se robaron al público, delicadamente gruesos como duraznos en abril. Su nariz dejaba la más de las pequeñas sombras, fue allí donde terminó a parar aquel soñador. Se detuvo con la torpeza de un centenar de toros, pero ella con la fuerza de un gladiador le abatió con su seductora mirada. Petrificado quedó, inquebrantablemente tranquilo yacía en medio de la bizarra compañía. Sintió por primera vez algo en su vida, sintió su pulso, en la muñeca, empujando su reloj. Lo sintió en su cuello, bombardeando la corbata. Lo sintió en sus tobillos, en sus dientes, lo sintió en todas partes, hasta que sintió algo nuevo. Sintió un pequeño sismo en medio de su pecho. El atroz estallido retumbaba por todo su cuerpo. Sus labios de acero se doblaron. Quizás las notas de aquel ser de luz habían robado algo más que la atención de los ignorantes, quizás le había arrebatado a la muerte una presa más. Quizás bajo su vestido se ocultaba la más pura de las felicidades. Quizás bajo el brillo de sus ojos se ocultaba el universo. Quizás tras su piel se escondía la vida.

Despertares

Desperté en medio de la madrugada, busqué en medio del trance lo que más se pareciese a una botella, aún estaban frías. La agarré por el cuello y rompí la punta contra el escritorio, los vidrios se tambalearon por la alfombra sin hacer el más mínimo ruido, tomé un par de sorbos mientras mis labios y mis manos se cortaban. La anoté en menos de cinco tragos. Me levanté. Mis pies se enredaron entre las botellas vacías y mis dedos se besaron con los cristales rotos. En medio de las cortadas me dirigí tambaleante al baño, el único sitio que conocía tanto mis penas como sus oídos. No encendí ninguna luz, busqué entre las cosas una cajetilla nueva y la destrocé, agarré uno y lo encendí. La pequeña llama iluminó mi rostro muy ciertamente, fue como parpadear y ver mi alma, destrozada por su recuerdo. Cada bocanada me iluminaba y me dejaba ver la monstruosidad que habitaba en mi. Mis labios estaban tan secos como mi corazón, mi boca estaba más ahumada que un salmón y mi piel más envejecida que el cadáver de mi felicidad.
Tuvieron que pasar unos cuantos cigarros y un par de cervezas antes de que los primeros rayos de luz tocarán el horizonte montañoso. Fue perturbante, hasta en las infelices cordilleras observaba su silueta, su dulce y perversa silueta.
Mi pecho empezó a doblegarse dentro de si. Sentía cada uno de los latidos de mi corazón, esa imperiosa e innecesaria sensación de vida que agonizaba a mi pobre alma. El desespero fue tal que tuve que tomar mi puño y golpear mi corazón, deseaba que cesara ese latido, ese retumbo marginado que hacía vibrar todo mi cuerpo, recordándole a mi conciencia cuanto tiempo llevaba sin su amor.
Caí de rodillas ante el amanecer, veía en el cerro la figura del señor, pero en lugar de verle de brazos abiertos los vi cerrados, luego comprendí que no era él, era ella. Era ella nuevamente con los brazos cruzados, hora en el amanecer. Mis rodillas ardían de dolor pues las pequeñas tapas de aluminio se enterraban en ellas, mis ojos se enrojecían de la encandelillante odisea, sudaba como si estuviese próximo a tener un sudario; sabía que nadie iría a verlo si lo guardasen.
Mi espalda se dobló como mis esperanzas, sentí la entrada de una dulce daga tibia y delgada pasar por mis riñones.
Sentí entonces un súbito aumento de la temperatura de mi cuerpo, sentía que se me quemaban las venas por dentro, sentía como cada una de las palabras que había dicho recorría mi cuerpo, envenenándolo, asesinándolo.

Un día de diciembre

Vi volar 4 pares de pequeños pájaros negros en medio del celeste e infinito techo que me rodeaba mientras el amargo humo salía por mi boca, pequeñas nubes grisáceas se iba por los aires para perderse entre las inmensas del horizonte.
Las nubes tocaban las montañas con la suavidad de nuestras conversaciones, pensé.
Vi el resplandor de tus ojos marrones en medio de los arbustos donde se encontraban las abejas, miles de zumbidos irrumpían el canto de los pájaros, irrumpían dulcemente como tu presencia en mi vida.
La música vibraba en las hojas de las flores, las abejas se sentaban allí, penetrándolas, germinándolas y volando vida.
Un colibrí posó frente a mi, te pensé. Era rojo, verde, amarillo y su dorso era azul. Volaba libremente, sin rumbo, como una mosca, mostrando toda su belleza,
Luego vi una mariposa, amarilla con bordes negros, tambaleando por la vida, sin rumbo aparente, se veía chueca, como las viejas de más de noventa años que se observan en los hospitales, con más vitalidad que los mismos médicos, con más ternura que las enfermeras, con más tranquilidad que los recién nacidos. Se veía cansada y se sentó en mi mano. La miré
-¿Qué haces aquí ? Pregunté en medio de todo
No respondió
-Me recuerdas a alguien. Repuse con calma
Me ignoró y luego se marchó.
Abrí una lata de cerveza y la bebí de un sorbo, pensé en las aventuras que había tenido y luego abrí otra, fueron dos, tres, cuatro, cuando menos cuenta me di había abierto trece, dieciocho, ventidos como tus años.
Me tomé un vaso de whisky, lo odie. Me senté en la orilla de la piscina y agarré la caja de cigarros que tenía, me fumé un par, eran blancos y delgados como tus dedos. Miré mi reflejo en la piscina, en la cristalina y falsa agua. Vi las arrugas se tan pocos años, la piel seca y dura, carente de caricias. Miré a lo largo de la casa y vi la puesta del sol, sentí calor, pensé en viejas conversaciones y decidí encender el asador.
El carbón ardía como judíos en la segunda gran. Me sentía terrible de pensar lo que éramos capaces de hacer los humanos, tiré un chorro de cerveza en honor a las víctimas de la humanidad. Después de un minuto en silencio puse un gran filete. Puse unas cebollas, brillantes como sus dientes. Puse unos tomates, rojos como la sangre de las rodillas de los niños que se caen en los parques con sus abuelos. Rojos como tus labios en medio de la oscuridad. Perdí el apetito, en mi cabeza nadaban peces, anguilas, cangrejos, langostas.
Agarré otra cerveza y me adentré entre las aguas. Me sentía como David Jones, mi corazón estaba en un cofre y buscaba a quien tuviese la llave, para poder clavarle una daga y ver como se desangraba.

Sala

Sentía que había manejadobpor horas cuando la vi sentada en el sofá, reposaba sutilmente con ese aire de desinterés que emanan algunas personas. Su sonrisa jovial resplandecia junto a la luna. No podía creerlo, la tenía en frente, una verdadera musa, no necesitaba invocarlas con largos poemas a la espalda de la montaña, ya estaba allí.
Joan me preguntó que bebía, pedí una cerveza y estaba fría, burbujeante, era hermosa, negra, con buen cuerpo y mucho sabor, me pregunté si sus labios sabrían así de bien.
Tomé la botella verde y húmeda, tomé los cigarros que estaban en mi abrigo y salí al balcón. Volteó a ver quien era que sacaba llamas en la intemperie y me vio. Sus labios eran imponentes. Ligeramente rosados, con ese hermoso toque de inocencia que ya no se encuentra, pero su mirada, madre mía su mirada se plasmaba en mi. Penetraban como una daga a través de las costillas de un transebunde en un callejón. Así me sentí, acorralado por su inocente y desinteresada belleza.
Di una bocanada mirándola y le di la espalda. Me terminé el cigarro observando la Luna, siempre fija en el cielo, me preguntaba si no se cansaba de estar allí, colgada eternamente, observando el eterno sufrimiento y la maravillosa desdicha de la humanidad. Miré mis zapatos, extrañaba la sensación del cuero, extrañaba el lustre y el brillo. El frío atiborró mis pensamientos y opté por tomar el camino de vuelta a la sala.
Me senté al frente de Ella, en un cómodo sillón. Si bien los cojines eran cómodos sentía que era muy alto, no me podía encajar y me hacía sentir parte de algún tipo de realeza.
Terminé la cerveza y pedí una más, luego fueron dos, tres, cuatro, cinco, perdí la cuenta. Finalmente se animaron, era eso o me encontraba en la totalidad de la ebriedad. Decidieron salir al balcón para fumar, está vez no cigarros, en su lugar eso que es más entretenido. Ella estaba allí, yo debía de estar allí. Me repuse con la delicadeza que tiene un viejo se 90 años para levantarse de su cama cada día y solté mi abrigo. Salí nuevamente a la intemperie.
Empezaron a fumar de una pequeñísima pipa, blanca y curtida como la piel de las adolescentes de hoy día, de esas que se ponen la falda de colegiala y colorete de mamadoras. Definitivamente eran todas unas ganadoras. Mientras tanto los viejos como yo nos acontentabamos de las jovencitas y las viejas, las maduras y las que compartían tristemente nuestra edad.
La miré fumar, fumé y ella hizo lo mismo. Fumamos todos hasta que las carcajadas empezaron a reventar entre los edificios aledaños. Entramos nuevamente y nos regocijamos todos en el calor de la sala. Esa sala era mágica.
La vi nuevamente, me miraba mientras todos hablaban de sus estupideces sin sentido, ella y yo nos besabamos con nuestras miradas. Era de esos momentos que quedan guardados en la memoria, en todo tu cuerpo y que no puedes dejar de pensar. Así de excitante era ella y su maldita mirada. Me miraba y sonreía mientras mi bigote y mis labios se torcían, sabía lo que quería y ella sabía que había descubierto su nefasto plan. Me senté a su lado. Miré sus piernas, sus manos, sus manos eran pequeñas y delicadas, eran enfermizamente tiernas; la porcelana rusa se queda millas atrás, se veían tan suaves que ni el mármol finamente tallado por Cannova se le podía comparar. Dios, sus labios, aún seguía atónito con sus labios, rosados como las rosas de verano, y su mirada que se perdía en la oscuridad de mi alma. Sentía el clímax de las miradas, me imaginaba un intrépido tango entre sus labios y los míos. Empecé a sentir mis brazos más livianos, mi cuerpo se separaba un poco de mi y empezaba a a verme a mi mismo, postrado en aquel sitio enamorándome un poco, muriéndome un poco. Vi la sala nuevamente y lo supe, supe a que sabían sus labios, su sonrisa, entendí a que me recordaba su magnífico aroma a flor de primavera. Lo entendí todo.

Fatalidad

Estaba frente a ella, finalmente, Mis ojos caían sobre el cósmico brillo de sus ojos. La luz amarillenta y mortecina del antro en el que nos encontrábamos sólo me hacía notar aún más la nieve que por piel tenía o sus pómulos frescos y rojizos como los duraznos primaverales. Posé mi mano sobre su pierna con la torpeza de tres ebrios mientras que ella sobre puso la suya con la delicadeza con la que aterriza un cisne. Tras deleitarme un rato más con su silueta dejé caer mi rostro sobre el de ella, para sorpresa mía encajaron como dos engranajes en un reloj, y fue así como aquel delicado choque le dio cuerda a mis manos, para que pasearan a mis dedos por su pequeña espalda. Sentía el paso de mi sangre por todo mi cuerpo. Se cerraron todas las luces en el mundo, moría lentamente entre sus labios, con sabor a fruta amarga, a fresas Rojas, a uvas frías, a cerveza. Mi aliento se escapaba entre nuestros labios y ambos intentábamos volvernos cada vez más herméticos. Su lengua luchó contra la Mía hasta que hicieron las paces y optaron por danzar juntas. Ardía en euforia. Sentía como terminaba su vida y la Mía, como en ese momento arruinamos los cálculos y demostramos que uno con uno no son dos, éramos un mismo sabor, una misma agonía, un mismo grito en la oscuridad y han misma felicidad. Nuestras bocas se separaron, su alma corría por mi boca como una endemoniada, como una yegua a tienda suelta, magnífica. El sabor de la vida se impregnada en mi y hacía latir aquel pétreo corazón. La miré una vez más, se veía completamente distinta. Tenía algo de mi en su mirar. Sentí como una pequeña parte de mi moría entre sus labios, en su respirar. Volví a ella como un boxeador al rostro del oponente con su puño, me volví a ahogar entre sus labios, entre su aroma a dulzura y compasión. Volví a ir de la tierra a la Luna y al rededor de la misma.

Futilidad

Miré. No había nadie.
Tomé dos sorbos y la vi
Castaña
Rubia
Oro.
Perfección. Murió.
Levanté la mirada y volví a escribir su nombre. Vivió.
Encarnada, sangrienta. Sus labios estaban húmedos. Rompí la hoja y volvió a estar seca. No la tenía.
Tomé otro par de sorbos y volví a escribir, ahora estaba entre mis brazos. La acaricié, sentí sus ojos en mi espalda. Sentí el crujir de la cama mientras la domé como el implacable mar a la inocente playa. Se terminó el vaso y murió.
Todas morían en mis manos.
Abrí la botella y las traje a Todas, unas tenían esmeraldas por ojos, otras mármol por piel e inclusive soles entre sus manos.
Abrí la caja de Pandora a las que todos temen, las vi pasearse por mi habitación, una encima de mi con mi guitarra, tocando las notas más tristes del mundo, lágrimas brotaban de las cuerdas, tocaba todo menos mi corazón. Efímero amor.
La odie, la degollé y su sangre tibia como la lengua de otra recorrió de la misma forma mi cuerpo.
Me senté.
Encendí un cigarro, jamás pude encender su corazón.
Me doblegó la tristeza como el peso del mundo con la espalda de Atlas.
Cerré una puerta. Abrí otra, rosas, orquídeas, fresas y moras.
Menta, hierbabuena.
Gritos.
Llantos.
Altibajos.
Perfección.
Finalmente la encontré.
Tomé uno, dos, cuatro, ocho vasos más y morí.
¿Cómo muere un muerto?
Imposible
Tomé una pluma
La toqué como a la virginal prostituta.
Hundía la punta en la tinta como ella la daga en mi corazón.
Me descartaba.
Me desgarraba.
Me ahogaba en el eterno silencio.
Escuché violas, violines, trombones.
Sentí su voz vibrar en mi lengua. Mi pelo se estremeció, mi corazón ardió en ira. Ella jamás moriría.
La ahorqué. Le disparé. La quemé. La repudié.
Me disparé.
Bang.
Bang.
Se creaba un nuevo universo. Estrellas chocando en el cosmos. Vidas derritiendose al igual que mi inocencia. Pezones que giraban a mi alrededor como girasoles. Campos de margaritas. Animales defecando.
Lloré.
Grité.
La deseaba a mi lado.
Espalda angosta, piel tan suave como las manos de mi abuela. Labios angustiosos, piel seca, nefasta. Rompí las hojas, ella rompía mi corazón. Abrí una botella nueva y la puse a fumar. Bebí de la fuente de la Luna, bien adentro de su Valle. Su cabellera implacable penetraba en mi pecho como miles de proyectiles dorados; árboles, ramas que caían como flechas en mis manos.
Sonreí. Euforia imparable.
Rompí la ventana de mi habitación, me abogaban los recuerdos, me convertía en el Titanic, me ahogaba entre sus pechos, como montañas, como avalanchas de maldad. La inocente prostituta alardeaba su mordáz cuerpo. Era horrible, como el nacer de un ser que llega al mundo para morir.
Levanté la mirada y le lloré a la Luna. Tomé las llaves del coche y consumí mis esperanzas. La fatalidad se avecinaba.

Moribundo sol

Era medio día. No Se movía ni una sola hoja. Los árboles empezaban a quemarse poco a poco, como mis pulmones. Las pequeñas hojas eran más amarillas que el mismo sol. Las marrones muertas caían al piso sin piedad. Nada las movía de su trayectoria. La silueta de los edificios aledaños se definía perfecta en el fondo azúl celeste, impecable. No había ni una sola nube, similar a mis esperanzas, nulas.
Mi boca se secaba, mi lengua se partía, cada grieta en mi piel descamada se arrancaba paulatinamente a medida que el sol aumentaba la temperatura.
No había ni una pizca de humedad. El aire era tan seco que sentía que fumaba, así que decidí encender uno de inmediato, la tensión era sublime, si bien para muchos era un ambiente para vacacional, para mi estaba tan muerto como yo.
La extrañaba, su dulce sonrisa inocente, su cuerpesillo de hada y sobre todo la forma con la cual hacía que mi alma se sentiese tan cálida como el día. Era aquello lo que me mantenía cómodo bajo el ardiente sol, mi corazón de hielo.
Después de fumar decidí abrir una cerveza, luego fueron dos más, tres, cinco, diez. Cuando finalmente empecé a sentir como bordeaba los límites de la ebriedad abrí mi licores y la bebí toda de un sorbo.
Llegó la noche, pero esta vez no llegó la Luna. Se veía un inmundo mar de estrellas, sin la Luna para guiarlas. Llegó el el viento, frío e implacable. Tormentoso granizo arrasó con mi rostro y mi cuerpo, el hielo, filoso como un diamante y pesado como el plomo golpeaba mi carne, mis huesos, mis ojos.
En medio de la sangre y el hielo pensaba en sus suspiros, en sus carcajadas y en su llanto. Pensaba tantas cosas que no me percataba como mi garganta se iba cerrando, como mi corazón latía menos cada vez que su recuerdo se hacía más vivo. Tampoco sentía como mi cara se enrojecía hasta pasar al púrpura fúnebre de los emperadores romanos. Cuando menos cuenta me di, podía verme, tirado en medio del barro, ensangrentado, con un orificio del tamaño del gran cañón en mi cabeza. El gran trozo metálico aún estaba tibio y humeante. Ya no podía ser, no lo fui y jamás lo sería. Sonaron las sirenas, las luces estrambóticas y los chillidos de los neumáticos habían iniciado su macabra melodía demasiado tarde.

Hermosa

Hermosa, como el nacimiento del mundo. Una explosión en medio del silencio. Un disparo de luz en la oscuridad. Un manantial en medio de la desesperación, un oasis en medio del desierto de mi alma.
Delicada, como el cuello de un recién nacido. Dura como la agonizante vida. Caótica, como el orden del universo.
Especial como la nave en la que viajó cada vez que mis labios tocan su cuerpo. Sus ojos petrificantes que me tornan tembloroso. Su gracia de cisne que me deja atónito.
Radiante, con su sonrisa que ilumina los tormentosos días, aire tibio y húmedo que moja mis pulmones de arena.
Mágica, como la concepción de la realidad, singular, como la infinidad del tiempo y del espacio.
Gloriosa, como el canto del imno al morir desangrado.
Emperatriz de la risa y la tristeza, dueña del mundo y vendedora de sueños. Timadora de tristezas y creadora de alegrías.
Maravillosa como ella sola.

Despertar

Sale el sol, las botellas vacías se calientan, los restos de cerveza se calientan y hemanan ese terrible olor que entremezclado con el aroma a ceniza y muerte avisan el inicio de un nuevo día.
Los pies curtidos y heridos derrumban las pilas de vidrio odoríferas y estremecen al silencio mortífero. Un cigarro se enciende mientras se llega al baño, en donde el vapor del agua hirviendo se combina con el humo amargo del tabaco.
La piel se enrojece al entrar en contacto con el agua y un ligero gemido se escucha, sólo el dolor se puede sentir . El inicio de un nuevo día.
Llega la noche y las copas empiezan a llenarse, los llantos a escucharse y las colillas a sembrarse en los ceniceros. Se tumba el cuerpo sobre alguna toalla o manta y la cabeza golpea el piso cual piedra de demolición. Las lágrimas aclaran los ríos de sangre. Los nudillos destrozados, las costillas facturadas, la espalda reventada. Ataca ferozmente el alcohol y la conciencia se pierde en medio de las pesadillas.
Sale el sol nuevamente y se repite la misma y nefasta escena día tras día, noche tras noche hasta que llega una noche en la que sale la Luna. Su esplendor perlado cicatriza las cortadas, el reflejo de los millares de estrellas sonríen incesantemente. El aire frío acaricia los moretones y la tranquilidad asesina al llanto. Amanece y sigue ella ahí, incesante, imperturbable. Las caricias del Sol recuerdan la mano cálida de la incuestionable ternura del aprecio de la otredad. El viento tibio frota las Palmas y arruyan la mañana. La tranquilidad se hace y el recuerdo renace. El milagro de la monotonía se pierde en medio de la felicidad.

jueves, 15 de junio de 2017

Monstruo

Caminé por las calles desoladas de noviembre, era 30 y nadie se asomaba a la ventana. Las luces de todos los apartamentos de aquella calle se encontraban apagadas, nadie se asomaba a la ventana, no se escapaba ninguna bocanada de humo, ningún grito o gemido; aquella vía era la mera descripción de la desolación, vivo reflejo de mi corazón. 
Llegué al parque con esfuerzo, me senté en los recuerdos y me eché a fumar a la luz tenue y mortecina de la Luna creciente. 
El viento acarició las hojas de los árboles aledaños con el mismo amor que una abuela mima a su nieto entre sus brazos; se produjo un estrepitoso susurro, las ramas me hablaban. 
Torné mi mirada al oeste, al norte, todos los árboles se levantaban, se erguían cientos de metros y me hablaban.
Uno gritaba nombres, otro fechas, otro lugares pero yo solo podía sentarme ahí, callar y fumar.
Mi corazón le daba ritmo al asunto, mi pecho se quebrantó y mi corazón se derritió cuando escuché su nombre. Entre la penumbra vi en la sombra de las ramas su deleitante cabellera negra, mis ojos se hicieron cascadas y mi alma un infierno. 
Al tirar el restante del cigarrillo mientras buscaba otro entre la aplastada cajetilla vi en el reflejo de lo que alguna vez fue mi corazón mi rostro. Empezó por destrozarse mí nariz y poco a poco me vi tan verde como el pasto, tan horrendo como mis visiones y tan monstruoso como realmente era.
Un grito gutural se escapó de mi cuerpo junto con lo que quedaba de mi humanidad, me encorvó la tristeza y el odio hacia mi ser re retorció, mis dedos parecían las enredaderas de su cabello. Mis labios se secaron como la corteza de los diabólicos árboles y de rodillas quedé. 

Humo empezó a salir de mis brazos, en un humero me comencé a desaparecer y morí. 

miércoles, 24 de mayo de 2017

Danzar

La vi caminar a lo largo del comedor donde las tristes y angustiosas caras esperaban su destino. El día oscuro y borrascoso contrastaba con su cabellera rojiza; curiosamente el tono de su cabello asemejaba aquello que sentía mi corazón al verla. Sentía cada latido con fuerza, sentía como mi sangre avanzaba por mis arterias y de repente paraba cada vez que veía su dulce rostro. 

Su caminar era más similar al armonioso danzar de un cisne al aterrizar en un lago a media noche, sus caderas se meneaban como las hojas de las palmeras de Canarias, sus piernas firmes, tersas y sedosas parecían la más maravillosa escultura de Cannova o Michelangelo. Su impío rostro hacía que mis pupilas se dilatasen y que me hiciera falta el aire. Siguió caminando y saludando a diestra y a siniestra mientras se acercaba a mi silla. Sus ojos endemoniados me hacían arder el pecho y me mataban lentamente. Solo podía pedir en aquel momento que nunca parase y viniese por mi. 

Silueta

Vi su delicada silueta tambalearse frente a mis ojos, 
sus caderas danzaban tan alegremente 
como las cuerdas de un violín que a lo lejos
acompaña a la noche melodiosamente. 

Mi mirada deleitó a mi alma 
con el impío deseo de sus labios
mientras bebía un trago para mantener la calma, 
como bien me habían enseñado los sabios. 

La luna brilló en la punta de su nariz 
y con un solo salto de pie me puse. 
Abrí la boca para intentar hacerme feliz, 

pero ninguna palabra emergió a pesar de que me lo propuse. 

miércoles, 15 de junio de 2016

Pets DM5

El motor estaba bajo estrés sin embargo, parecía que era lo único que se encontraba así aquella noche.
El olor a cuero nuevo invadía el ambiente, mientras se mezclaba con tu dulce perfume de rosa rosa de verano. Tu piel, suave y tersa emitía un tibio calor que contrarrestaba el aire frío de la noche. Tus pupilas se dilataban, estaba todo oscuro y lo único que nos iluminaba eran las estrellas y las luces de aquel carro blanco.
El piloto estaba concentrado en la vía, ajustaba sus gafas, miraba con cautela los espejos mientras el copiloto buscaba la canción perfecta; fue solo cuando lo logró que todo empezó a tener sentido. Sus brazos se movían al son de la música, su cabeza se tambaleaba al igual que su cerveza y cuando nos adentramos en aquella mágica melodía, de un momento a otro, con un tosco movimiento, subió el volumen. Miré al resto, a nuestra derecha todos estaban dispersos, perdidos mirando las estrellas mientras tu y yo, estábamos enamorados, tu encima de mis piernas y yo con mi cabeza sobre tu pecho, escuchando cada latido, sin cesar.
Tu mano estrechaba la mía, mientras que la libre sujetaba una cerveza, helada, mis dedos se entumecían.
Finalmente se detuvo el carro, pero curiosamente, la sensación de tenerte en mi, nunca se detuvo.
Bailamos, reímos, nos besamos, fuimos finalmente uno. Un solo ser, un solo aroma en la cama, una única gota de sudor y una única pasión. Nuestra piel se hizo una, nuestras sombras se tocaron y caminamos juntos al borde del riachuelo, hablamos una única palabra, amor...

jueves, 3 de marzo de 2016

Tres del tres

Te vas marchando, al igual que los bailes de nuestros ojos, el vaivén de nuestras risas, la dulce ilusión.
Todo se va, todo se marchita, al igual que tu rostro en los recuerdos, la dulce melodía de tu voz, la calidéz de tus manos, la felicidad.
Y yo sigo aquí, tras de ti, infeliz, desdichadamente trágico, resistiendo la angustia de la rotunda soledad.

viernes, 8 de enero de 2016

Mínima


Sus ojos brillaron como la última vez que le vi. Sus labios se torcieron formando quizás la sonrisa mas cercana a ser miel.
Su pálida piel se sonrojó bajo aquel infernal Sol.
Aquel mínimo ser se acercó a mi con pasos arrítmicos marcados por la exhalación del momento.
Me abrazó como solía hacerlo, sin embargo, no tuve que abrir mis brazos esta vez; la escena me había abierto el corazón.
Y todo fue alegría hasta escucharla reír, puesto que dicha música despertó la mas grande nostalgia.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Antes de dormir a las once y trece

 El vapor entumece nuestras gargantas mientras saboreamos su delicada humedad.
Apesto tu piel con mi sudor, te unto de mi, mientras me pintas la boca con tus labios.
Solo queda el reflejo de la Luna en tus ojos, oscuros como nuestro danzar en las tinieblas de nuestras sábanas.
Tu vaivén me hace exhalar al ritmo de tus oleadas, mis manos naufragan y encallan en las orillas de tus playas, en tus valles.
Mis dedos se adentran en tu geografía, saboreo el jugo de luna donde desembocan tus riachuelos.
Mis palabras desbordan en tus oídos.
Tus dedos se anclan a mi, escalas mi espalda, sonríes como faro, me guías en la oscuridad.

domingo, 11 de octubre de 2015

Pensamiento de doce menos dos con seis minutos

Acércate más
Acércate más, para verte mejor.
Acércate más, para olerte mejor, que me quiero ahogar entre tus valles de lavanda y cuello de rosas.
Acércate más, para sentir la frescura de mil riachuelos que corren entre tus abrigadores labios y bañarme entre tu dulce aliento.
Acércate más, para que mis manos naden en la bastedad de tu cuerpo y que mis dedos se enreden en tus frondosas selvas castañas.
Acércate más, para respirarte más, para tocarte más, para sentirte más, para vivirte más, para amarte más.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Sonrisas en Villao

Sonríes...
Sonríes siempre, porque te encuentro en la pulpa de un coco.
Sonríes siempre, porque te veo en las nubes que pasan saltando delicadamente al amanecer. 
Sonríes siempre, porque te quiero mientras le soplo mis bocanadas a la Luna a media noche. 
Sonríes siempre, porque estas en cada palabra mía. 
Sonríes siempre, porque te mando versos con las palomas al anochecer. 
Sonrío siempre, porque te veo sonreír en mis ojos. 

sábado, 15 de agosto de 2015

Algo contigo...

Pensaba en tus ojos, siempre contraídos, retraídamente bellos, mientras exhalaba una buena bocanada de ese maligno humo. 
Imaginaba tus pálidos dedos de luna entre mis manos, calentándolos con mis enfermizas manos quemadas por el tiempo.
Te quería en mi hombro, para surcar los mares de hebras negras que tienes por cabellos. 
Deseaba que mis labios abrazasen los tuyos y que nuestras lenguas danzasen un lindo tango.
Decantaba bellos versos en el temblor de mi voz, solo para vos. Pensando en las oscuras y pequeñas estrellas que reposan en el manto de tu piel. 
Recordaba con bizarro placer tu rústico y bohemio andar, armoniosamente abismal. Y entre tanto pensar, comprendí como naufragaba en pensamientos amorosos. Un hermoso vaivén de imágenes tuyas y mías. Un indelicado sentimiento deseoso de ti, de tus pecados, de tus sublimes actos. 
De ti, de ti y de ti. Ahora mi Sol solo va a dormir a tu alrededor; mi Luna solo despierta cuando tú estas. Ahora eres tú, mañana serás tú y yo y luego finalmente seremos, nosotros. 

lunes, 6 de abril de 2015

A toda Marcha


A toda marcha va el corazón, mientras el sol se marcha lentamente a lo largo del litoral.
El viento sucumbe ante el amargo tiempo, que penetra el alma de este pobre desdichado. Los dedos rozan los surcos de las arrugas de la frente, pequeños valles de piel tibia y de sudor frío, denso, transparente, como los ríos al anochecer.
Se respira con dificultad, el humo turbia la vista y lo único que queda es recordar. 
La garganta se estremece, tiembla, y el estomago intenta regurgitar los ovalados y alargados dulces blancos y aquellos redondos y aplastados amarillos, que parecen alejar todos los problemas de aquella maldita habitación. En vano. 
Con el danzar de las olas del humo empiezan a resucitar imágenes en blanco y negro, figuras alegóricas y hermosas bailan al ritmo del waltz de aquel pobre y agitado corazón, que no podía hacer mas que ir a toda marcha. 
Con cada suspiro se iluminaba su boca, su nariz, y el ceño que fruncía sin parar. Las cenizas caían sobre el pecho desnudo, de la misma forma con la cual caen la paladas de tierra negra y húmeda sobre los ataúdes. Sentía el silbar de las plantas, carbonizando se y esfumándose, al igual que los sueños. 

domingo, 1 de marzo de 2015

Un cielo azul oscuro

Un vago camina entre los pasadizos de las calles vacías. 
Un mirar solitario entre las rejas de las diversas casas, que van pasando y quedando en el olvido a medida que los pasos aumentan. 
Surge una simple pregunta en la mente del solitario individuo, que lo acompaña mas que sus mismísimos semejantes. 
Un grito ahogado en rencor y memorias pasadas intenta salir de la piel dura y curtida de este, pero no lo logra, de la misma forma que las turbulentas y sedimentadas lagrimas, almacenadas con el pasar de las casas y las calles, son detenidas por una enorme barrera, la represa del pudor y la decencia. 
Los recuerdos se acumulan en la mente de aquel que nada tiene y sin embargo perderlo todo cree. Se asfixia dicha mente, con tanto dolor, que sus ojos ven solo imágenes borrosas de pasados anhelados y futuros inciertamente deseados. Un amargo sabor en la lengua surge, y el bizarro deseo por el fin de la existencia retorna. 
Empiezan a caer gotas del cielo, lloran los caídos para desvanecer con sus lagrimas el doloroso olor del vago. gritan los dioses, disputan sobre el destino tan infeliz del mundano individuo, y muere una paloma blanca. 
La oscuridad se hace, mas no en el cielo, porque este siempre está iluminado por la Luna y sus ciervas estrellas, a diferencia de la húmeda y fría habitación del caminante. Es en esta donde se da la oscuridad. Las velas se apagan, toda luz se desvanece, símbolo de la esperanza que re cae en un abismo para nunca mas ser vista. Caen enormes trozos de hielo, tan fríos como el corazón decadente del individuo, tan pequeños como el deseo de respirar, tan frágiles como la mente del solitario hombre. 
Desea, sufre, sus manos se retuercen y los gritos de profunda desesperación se escapan poco a poco entre sus dientes. Se astilla el corazón, la piel arde en rencor y la sangre se seca, convirtiéndose en una sustancia arenosa, áspera y afilada, como los pensamientos del hombre...
Y el hombre se ve al espejo, y escribe estas tristes palabras en el espejo, intentando refugiarse en sus historias, para no pensar en ella, en ellas, en todas, nuevamente. 
El humo retorna, ahoga la vista, y nubla las imágenes del recuerdo, pero ya nada es suficiente para distraer a la retorcida y trágica mente del escritor. El espejo es demasiado real, el dolor es demasiado real, la desgracia es demasiado real. La ausencia de aprecio, es demasiado real. El fin de estas palabras, también. 

viernes, 12 de diciembre de 2014

Van caminando...



Van andando mientras los dedos de sus manos frías y blancuzcas luchan con las de él, toscas y curtidas con el sol, como las de un marinero, y se refugian ambas en el humo de dos cigarros que se consumen candentemente como las sonrisas que desbordan de los dos andantes.

Sus labios rojos como pequeñas manchas de sol al atardecer intentan sobrevivir solitarios, deseando los gruesos y secos labios adyacentes, y su boca busca respirar ese aliento malito del poeta.

El poeta desea dibujar esa particular sonrisa que le explota en el corazón a cada latido, y se acerca a esa selva boscosa oscura que es su cabello, y se hunde en un profundo transe con el aroma promiscuo de la sensualidad.

Sus alientos se encuentran, el uno desnudo y frágil, el otro fuerte y glorioso, y se unen en un intenso abrazo húmedo y delicado. La luna destella para iluminar la danza de los labios que finalmente se saludan.

Y es el morir de una era, el nacer de una palabra, es arte que camina al son del silbar del frío viento. Y es el morir en el renacer de la otredad, y nacen una y otra vez y se hace el tiempo, se hace el silencio, se crea la necesidad, la dependencia. Y se hace el amor.

El poeta ya no es mas poeta, es ahora una pluma que escribe los mas dulces versos en las mejillas de fresas de su musa. Es ahora un pintor que pinta las palabras mas relucientes en caricias, el poeta ya no es poeta. El poeta es hombre ahora.

Y ella ya no es ella, es un cielo oscuro, es una noche, es una nube negra en la inmensidad de la minúscula luna, es un pequeño pez que desea nadar en las profundidades de los mares de la mente del hombre. Ella ya no es ella. Ella es todo y no es nada.

Y se dilatan las pupilas como el sol en las llanuras, y se comen la fruta madura, ese sabor amargo abandona los cuerpos de los andantes, para que puedan caminar juntos, y ser caminantes juntos, ser caminantes de la vida y no andantes en la vida.

Y las manos son una, el aroma es uno solo, y son dos y uno.


Por el sucesor de Dante y Neruda

lunes, 23 de junio de 2014

Mente imaginativa

La habitación estaba oscura, con una luz ámbar y mortecina. Sus manos temblorosas sujetaban con ternura el sexto cigarro mientras el humo invadía cálidamente sus pulmones. La noche envejecía a medida que las canciones y los suspiros se ahogaban en el frío ambiente. Sus ojos parecían dos caramelos en Navidad, rojos y blancos con un suculento aire de dolor. Su frente se llenaba de arrugas mientras sus labios se humedecían en un pequeño lago de brandy color almíbar, y sus pupilas se dilataban con cada sorbo del agonizante líquido.
Pero la cama esa noche no estaba sola, en la tristeza de su desnudez se encontraban dos, él y ella. Las cobijas se habían enredado en sus largas y delicadas piernas de mármol mientras los brazos de él la cubrían como un manto solar. Su cabello, castaño y frondosamente ondulado se escurrirá por encima de su hombro y caía en el pecho del fumador. Sus labios delgados y difuminados por el colorete corrido se hundían en un profundo pesar cuando le susurraba algo al oído de su amante. Este último se limitaba a continuar aspirando el ardiente humo y a beber su bebida mientras su corazón bombardeaba hermosas tonalidades rítmicas para su vecina.
Ambos se miraban y se entristecían, parecía que cada uno estuviese contemplando su propio funeral. Entre miradas y caricias el turbulento aire de la pequeña habitación empezó a calentarse, y los dos empezaron un sinfín de amoríos.
La habitación se perdió en un frenesí de pasión, se juntaron como sol y luna en un eclipse y empezaron a ser mar y playa.
Los gemidos de ira y placer reemplazaron la triste y delicada música. El humo se esfumó y el cuarto empezó a tornarse denso, lleno de sudor y vapor. La pequeña copa terminó por ser arrojada al piso y se rompió en cientos de pedazos, pero ni el estruendo de vidrios rotos podía poner pausa al estado animal que se había desatado en los amantes de luto.
Se besaban y se ahogaban en un abrir y cerrar de ojos, por lenguas tenían peces vivos que parecían nadar a toda velocidad en el mar de la boca del otro como sí intentasen huir de algo, como si se intentasen salvar de la mismísima muerte. Y en medio de la brutal belleza de la poesía hecha cuerpo se miraron fijamente, ojo con ojo y pecho con pecho. En sus ojos no se veía más que el vivo reflejo de ella y en ella no se veía más que ella misma.
Al menos eso era lo que creía que sucedía en aquella habitación, mientras que en la mía no ocurría nada. Intentaba conciliar el sueño en un remolino de algodón que parecía estrangularme mientras el delgado y frío viento se escabullía a través de las pequeñas aperturas de mi ventana.
Sentía que me asfixiaba en el recuerdo de noches que ya nunca regresarían, y sobre todo sentía el inmenso dolor que provocaba el silencio. Podía escucharlo todo, las parejas jóvenes y despiadadamente enamoradas consumiendo la belleza de sus cuerpos, los coches viejos y oxidados frenando aleatoriamente por las vacías calles, y también podía escuchar su ausencia.
Podía escuchar el no retumbar de su voz en mis oídos, o podía sentir la falta del ritmo de su corazón, podía sentir como se me había escabullido la felicidad entre mis manos. 

martes, 17 de junio de 2014

Un nuevo tipo de locura

Voy caminando por los vacíos corredores de los edificios, y tomo de la mano el cálido aire de verano para recordar la tibia calidez de tus manos, y dicen que estoy loco.
Me lanzo a lo profundo de los lagos, y me sumerjo en aguas frías y densas, de la misma forma que solía hacer cuando me abalanzaba en tus piernas, y dicen que estoy loco.
Corro por campos de amapolas y rosas, caminó vagamente por senderos recubiertos de distintas flores, para respirarte una vez más, y dicen que estoy loco.
Y mi mente se torna tormentosa con cada estrella que veo, con cada suspirar que escucho, con cada rayo de sol que toca mi piel como solían hacerlo tus pequeñas manos. Y me pongo loco al sentir el eterno silencio de la soledad.
Y dicen que estoy loco, porque no te amo pero te extraño, y dicen que estoy loco porque te pienso pero no te busco, dicen que estoy loco porque pierdo mi tiempo hablando de como te fuiste como una veleta en medio de un tifón. Y dicen que estoy loco porque ven mi mirar perdido en el resplandor de una luna que ya no se siente. Y dices que estoy loco porque tu estas sana. Y me dicen loco por pensar lo contrario, y me sofocan mis palabras, y mis manos estrangulan la pluma, y los recuerdos ahogan mi mente y me pierdo en un pasado que no regresa y nazco en un futuro incierto. Y dicen que estoy loco porque te escribo versos de amor en el frío airé de la noche con el humo de mis cigarros pero no te los soplo con mi solitario aliento. Y me dicen loco porque aclamo lo que pasa por mi mente como sí no existiese mañana alguno. Y me muero, y se muere poco a poco una parte de mi en tu ausencia y te mueres en mis recuerdos y no revivimos como no reviven las palabras que antes nos gritábamos en nuestras bocas. Y dicen que estoy loco.   

Entre Libros

Desde qué te escuché hablar por primera vez supe que eras como una pequeña caja, de esas que los artesanos tardan semanas en esculpir y que cuando te encuentras una por ahí no sabes que puedes hallar adentro, pero si sabes que será algo genial. De la misma manera te encontré a ti, una chica que bajo su pequeña y guapa apariencia escondía algo maravilloso.
He conocido personas que dicen ser distintas a las demás, he estado al lado de maravillosas personas, y amé a algunas peculiares, pero tu no entras en ninguna de esas, ya que eres realmente distinta a las demás personas.
He visto lunas sonreírme, he besado caderas curvas como montañas, y he conocido tu humanidad. Pensarás que exagero, puede que sí, suelo hacerlo, pero no creo que sea el caso.
El verdadero caso es que te encontré en mi vida mientras me sacabas la lengua como un pequeño colibrí saca su lengua de su delgado pico para sacar el más dulce néctar de una flor. De la misma manera tu sacaste lo mejor de mi en el momento más difícil de mi vida. Hay personas que hablan, hay personas que escriben, tu miras y lo haces todo fulminantemente.
Las personas suelen decirme que escribo bien, suelen darme cumplidos, pero ya no me los creo si tu no lo haces, como si necesitase de tu aprobación, tal vez porque creo que eres alguien que a pesar de no comunicar o expresar una gran sabiduría la demuestra con sus acciones, cosa que pocos hoy en día hacen.

Aveces te veo de reojo, aveces te pienso en el segundero del reloj, aveces pienso que te pienso más de lo que debería, aveces pienso que no te hablo lo que yo querría hablarte.
Puede que no tenga las mejores palabras, puede que no sean estás las palabras que conservarás para siempre, pero son tuyas, y de nadie más.
Me gusta como caminas, como si fueras un pequeño trozo de queso con dos alfileres por piernas, te mueves con la torpeza y delicadeza de un cisne, pero uno de pequeña estatura, un pequeño cisne que se mueve entre patos grises.
Tus ojos me sorprenden cada vez que los veo, porque no son como los ojos que siempre amé, no son como los ojos que me incitaban a prometer el infinito, son más bien los ojos que me hacen pensar en hablar que en escribir, y me gusta eso.
Por nariz tienes una pequeña cosilla blanca y rojiza que te hace ver como una muñeca de porcelana, limpia y delicada, una belleza naturalmente desnaturalizada que cautiva hasta aquellos con los más altos estándares de belleza.
Por labios tienes dos finos rayones rojos, rojos como una cortada sangrando, y derramas dulces palabras con una voz sencillamente complicada de describir. Y tus grandes dientes blancuzcos como peluches de bebe se mecen en esa boquilla que tienes. Y todo se mueve mientras pronuncias graciosas palabras. Tienes el humor más negro que una persona blanca puede tener, y la inocencia de una de tres y la madurez de una de 17.
Cuando intentaste fumar por primera vez me miraste como un hipopótamo mira a un cocodrilo, no se sabía sí te ibas a reír o si me ibas a atacar, pero sin duda una mirada memorable. Memorable como tu mirar perdido en el espacio, un espacio no de oscuridad y estrellas, más bien uno de palabras cursivas y otras en negrilla. Y me pregunto si hay espació para mi en ese infinito tuyo.
Y me siento apaciguado cuando aleteas como una foca con las manos que tienes, manos pequeñas y enfermizas como las de una chiquilla, pero que lucen a la vez como las de una mujer. Y me pregunto sí eres ya una mujer o aún eres una niña. Me pregunto tantas cosas cuando te veo.
Y te hablo como habla un despechado a una mujer atractiva, porque tu cerebro es suculento y me dan ganas de ser zombie para comérmelo todo. Y te doy palabras simples para no complicarte, y me complico mientras me simplifico, y es extenuantemente liberador, y me inventó palabras como me inventó conceptos como deseo inventar tu boca.
Y deseo que encuentres felicidad en la linda basura que te puedo prometer, y deseo que desee más cosas que incluyan tu nombre  y deseo que desees que yo desee que tu desees mi nombre.
Y me pierdo, y te pierdes en palabras ajenas y amenas. Y te quiero y me quieres y no nos lo decimos, y nos perdemos mientras nos encontramos, y te saludo mientras te digo adiós.

"Adiós terza" una despedida por SP


Cuando entré por primera vez a liceo pensé como muchos de ustedes pensarán que no era la gran cosa, que era simplemente “otro año mas”, pues déjenme decirles algo, se equivocan tanto como yo me equivoqué, liceo es muy distinto a lo que ustedes están acostumbrados.
Probablemente muchos de ustedes pensarán que estoy exagerando, que les miento y que solo pretendo asustarlos, pues también se equivocan. Piensen en como fue pasar de elementare a media, y ahora que terminan esta etapa piensen si no fue completamente distinto a lo que pensaban que sería. Pero antes de seguir debo aclararles tres cosas fundamentales para su estadía en Liceo.
En primer lugar, no es algo fácil, los temas que se trabajan son mucho mas complejos, la intensidad de trabajo es mucho mayor a todo lo que han hecho en sus vidas, no se confíen que por hacer el examen de terza están al nivel de alguien de Quarta. En segundo lugar deben de persistir, ya que si son el tipo de personas que suelen tirar la toalla cuando las cosas se ponen complejas o difíciles les aseguro que lo mas probable es que no podrán con liceo y terminarán perdiendo el año, como les pasó a varios de mis amigos o personas que yo conocía.
En tercer lugar, liceo es sin duda la etapa en la cual suceden mas cambios personales que a lo largo de todo el resto de colegio. Si piensan que han cambiado bastante en dos o tres años piénsenlo de nuevo cuando estén a punto de graduarse del colegio. Los compañeros que una vez fueron sus alter egos se convierten en sus casi hermanos, aquellos que antes ni sabían que estaban en el mismo lugar que ustedes pasan a ser vitales en el día a día.
Pero sin lugar a duda liceo no es algo malo, de hecho personalmente fue la etapa que mas disfruté de los 10 años que estuve en el Volta. ¿Porqué?
Para empezar debo especificar que a pesar de ser el periodo mas exigente de mi carrera como bachiller, fue la más interesante. Los temas que se manejan en liceo desde mi humilde punto de vista son simplemente fantásticos, profundizar sobre las antiguas y grandiosas civilizaciones como la romana y la griega fue simplemente fantástico, pero no solo, aprender la filosofía de los clásicos como Platón, Aristóteles y Epicuro fue asombroso. Además de esto ustedes tienen la

fortuna al igual que yo de entrar a un liceo científico, el cual no solo les da un saber mas útil para la vida cotidiana sino que además les enseña cosas que realmente les abren los ojos ante la realidad. Descubrir como funciona una pila o porque sus ojos son como son y como funcionan son cosas que a pesar de sonar banales para algunos de ustedes son no obstante conocimientos que les cambian su forma de estar en la vida.
Siento además que es mi deber como compañero de alguno de ustedes y simplemente como buen ex alumno explicarles algo, los temas que, a pesar de ser divertidos o interesantes se vuelven cada vez más pesados y tediosos, sobre todo por la metodología que en algunos casos hay que usar para aprender. Ejemplo de esto es el ultimo año, en el cual el programa académico es increíblemente interesante y bello, pero de la misma manera es abundante y fastidioso en algunas ocasiones.
A pesar de todo esto liceo es fantástico, porque con el tiempo las amistades se enlazan cada vez más, al punto que cuando miran a sus compañeros ya no los ven como sus amigos de colegio sino mas como la mirada que le echan a sus primos o hermanos, se dan cuenta que en realidad no forman una clase sino una peculiar familia.
Sin embargo liceo no solo es una tragedia y una gran emoción, es también el momento para sentar cabeza y madurar. Si ustedes piensan que son maduros porque le dicen inmaduro a alguien mas, si ustedes son de las personas que creen que son maduras, no se preocupen, liceo les enseñará que no lo son. Ni si quiera yo considero serlo.
Otra cosa que deben tener en cuenta son sus medias académicas, ya que a pesar de verse lejano y ajeno a muchos de ustedes es algo que realmente importa, sobre todo cuando llegan a un punto de la vida como en el que yo me encuentro. Cuando ustedes finalmente deciden que van a hacer en sus vidas, como estudiar una carrera y hacer algo mas que gastar la plata de sus papas y creerse grandes, llega la hora de escoger una universidad que sea ideal no en cuanto al ambiente que tenga, o si es fiel a lo que ustedes creen o piensan, sino una que les
proporcione la mayor cantidad de beneficios como estudiantes para poder ser profesionales de alta calidad.
En mi caso siempre pensé estudiar diseño industrial e ingeniería industrial, quería ser diseñador de carros, trabajo que muchos pequeños quieren hacer. Pero a lo largo de liceo descubrí cual era mi pasión y cual era mi vocación, la medicina. Les cuento todo esto porque nunca pensé que las notas del colegio importaran, que simplemente con pasar bastaría mientras llegaba al lugar que realmente quería, la universidad, y entonces estudiar de verdad. Me equivoqué y ahora pago el precio, ya que en los primeros dos años y medio de liceo no hice realmente nada, me limité a lo mínimo, y ahora en mi ultimo año hice lo imposible para intentar sacar el mejor promedio académico y poder intentar aplicar para una beca en la universidad.

Probablemente muchos de ustedes piensan que una beca no es útil, ya que aún no están acostumbrados a que las cosas les cuesten, pero cuando la realidad los azota con fuerza comprenden que una beca de siquiera el 10 porciento es una gran ayuda. Además cuando empiezan a terminar ciclos como los que se terminan en cuarta descubren lo satisfactorio que es sobrepasar a los demás y los prejuicios que muchos tienen sobre ustedes.
Para terminar esta pequeña carta había preparado tres textos que a mi parecer describen no solo lo que es estar en liceo sino en la vida en general.
El primero es una poesía de Montale: 


Spesso il mal di vivere ho incontrato. 

Spesso il male di vivere ho incontrato: 
era il rivo strozzato che gorgoglia, 
era l’incartocciarsi della foglia riarsa,
 era il cavallo stramazzato.
Bene non seppi, fuori del prodigio
che schiude la divina Indifferenza:
era la statua nella sonnolenza
del meriggio, e la nuvola, e il falco alto levato. 

En esta poesía Montale con su asombrosa capacidad expresiva nos cuenta de manera breve y concisa el dolor que frecuentemente se encuentra en la vida, un dolor que todos encontramos y que además no podemos evadir. Liceo y la realidad son así, son dolorosos, y constantemente nos dan motivos por los cuales rendirnos, pero también hay cosas geniales, como los inconvenientes o sucesos peculiares no planeados que nos alegran la existencia, como estudiar algo que nos gusta, o compartir algo hermoso con alguien. Esto lo podemos ver en otra poesía de Montale que realmente le hace a uno reflexionar: 

Prima del viaggio. 

Prima del viaggio si scrutano gli orari,
le coincidenze, le soste, le pernottazioni
e le prenotazioni ( di camere con bagno
o doccia, a un letto o due o addirittura un
flat); si consultano
le guide Hachette e quelle dei musei,
si scambiano valute, si dividono franchi da escudos, rubli da copechi; prima del viaggio si informa
qualche amico o parente,si controllano valigie e passaporti, si completa
il corredo, si acquista un supplemento
di lamette da barba, eventualmente
si dà un’occhiata al testamento, pura scaramanzia perché i disastri aerei
in percentuale sono nulla;
prima
del viaggio si è tranquilli ma si sospetta che il saggio non si muova e che il piacere
di ritornare costi uno sproposito.
E poi si parte e tutto è OK e tutto
è per il meglio e inutile.
E ora che ne sarà
del mio viaggio?

Troppo accuratamente l’ho studiato senza saperne nulla. Un imprevisto è la sola speranza. Ma mi dicono che è una stoltezza dirselo.
Así como Montale nos explica que un inconveniente es algo hermoso y una esperanza en confrontación con la monotonía de la vida, espero que ustedes sepan disfrutar o aprendan a disfrutar y atesorar aquellos pequeños momentos de felicidad que se pueden encontrar en los momentos mas oscuros y desastrosos de la vida. Por último hay una poesía de Cesare Pavese, otro importante poeta italiano del novecientos que nos muestra como el hombre siempre espera algo de la vida, siempre está esperando algo más. 

Lo Steddazzu. 

L’uomo solo si leva che il mare e ancor buio 
e le stelle vacillano. Un tepore di fiato 
sale su dalla riva, dov'è il letto del mare,
e addolcisce il respiro. Quest’è l'ora in cui nulla 
può accadere. Perfino la pipa tra i denti
pende spenta. Notturno è il sommesso sciacquio. 
L’uomo solo ha già acceso un gran fuoco di rami 
e lo guarda arrossare il terreno. Anche il mare 
tra non molto sarà come il fuoco, avvampante. 
Non c'è cosa più amara che l'alba di un giorno 
in cui nulla accadrà. Non c'è cosa più amara 
che l'inutilità. Pende stanca nel cielo
una stella verdognola, sorpresa dall'alba. 
Vede il mare ancor buio e la macchia di fuoco
a cui l'uomo, per fare qualcosa, si scalda; 
vede, e cade dal sonno tra le fosche montagne 
dov'è un letto di neve. La lentezza dell'ora
e spietata, per chi non aspetta più nulla.
Val la pena che il sole si levi dal mare
e la lunga giornata cominci? Domani 
tornerà l'alba tiepida con la diafana luce
e sarà come ieri e mai nulla accadrà. 
L’uomo solo vorrebbe soltanto dormire. 
Quando l'ultima stella si spegne nel cielo, 
l'uomo adagio prepara la pipa e l'accende. 

Con esta poesía yo me despido de ustedes, deseando que nunca pierdan la esperanza del cambio existente en la vida, que luchen por aquello que creen, que sean abiertos con los demás y que sobre todo, amen las cosas que hagan, que lo hagan sin miedo. Que amen como si sus vidas dependieran de esto, ya que en realidad es así. Que vivan la existencia individual con la pasión de un romance, que sufran, que lloren, que rían y que sobre todo nunca olviden vivir, que es algo que a muchos hoy en día se les olvida.

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