miércoles, 12 de junio de 2024

Mirarte, Arte

 Mirarte


Tan solo un instante, 

tan solo un segundo. 

Tan solo mirarte, 

Yo, 

tan solo, 

que solo quiero mirarte, 

a ti, 

con tus grandes ojos castaños, 

que los he visto y se me han olvidado los años, 

tan solo un instante, 

tan solo mirarte. 

Desde Venus hasta Marte, 

de reojo, mirándote.

Con tus llanuras, montañas y escotaduras, 

con la sonrisa que aniquila dictaduras. 


Mirarte, 

Tan solo un instante, 

tan solo un segundo, 

Tan solo mirarte, 

obra de arte, 

que llora, 

que respira, 

que implora, 

belleza que no expira. 


Mirarte

Tan solo un instante, 

tan solo un segundo. 

Tan solo mirarte, 

Yo, tan solo, que solo quiero mirarte, 

a ti, con tus grandes ojos castaños, 

tu sonrisa endiablada, 

tu boca santificada, 

con mi lengua arrebatada. 

Quiero mirarte, 

a ti, 

con tus grandes ojos castaños, 

con tu piel lunar, 

poderte ver y a la vida amar. 

Poderte ver, sin tanto pestañear, 

sin titubear, sin agonizar. 

Quiero verte, 

Quiero mirarte, 

ARTE, 

Quiero verte, 

Quiero mirarte, 

suspirarte, 

comerte y desearte, 

ARTE, 

anhelarte y quizás amarte. 

Arte, 

déjame verte.


Yo, 

tan solo, 

que solo quiero mirarte, 

a ti, 

con tus grandes ojos castaños, 

que los he visto y se me han olvidado los años, 

tan solo un instante, 

tan solo mirarte. 


Déjame verte,

Déjame mirarte,

Déjame ser ARTE entre tus pechos, Arte.


lunes, 29 de abril de 2024

Eras tú

 Poesía 


No entiendo la poesía,

No la leo

Ni la siento,

Ella con disimulo decía, 

Mientras a mi alma 

daba una caricia. 


Con recelo a sus ojos miraba, 

El anhelo de un sueño suspiraba. 


Su piel se mezclaba, entre la mía, 

Entre la suya y entre la nuestra;

Su boca dulce cortaba la amargura

Que con tanto esfuerzo guardaba mi armadura. 


Desnudo me encontró, 

Bajo el hechizo de Cupido me miró. 

¿Qué?

Replicó, 

¿Qué? ¿Qué sucede?

Exclamó, 

Reclamó ante mi alma en pena, 

No entendía acaso ella, 

Que con tristeza miraba mi cena. 

Porque una vez el plato ha sido servido, 

Será consumido, y el exhaustivo entusiasmo, 

Pronto me hará quedar como un asno. 


¿Qué?

Replicó, 

¿Qué? ¿Qué sucede?

Nuevamente, 

Exclamó. 

Bajo mis brazos yacía, 

El silencio alborotaba mi coartada. 

El disimulo de mis intenciones vacilaba, 

La llamarada se apagaba. 

Un dos tres cuatro, 

Con agonía latía, 

Un dos tres cuatro, 

Ya ni sabía que sentía. 

Un dos tres cuatro,

Mis manos en sus caderas se enclavaron, 

Mis venas brotaron 

Y entre sus muslos mi cara se zambulló. 

Por un momento, 

El miedo huyó. 

Sin lamento, 

Mi lengua recorrió el lenguaje de su piel. 

Una pizca de dolor condimentaba la agonía de su oscuridad. 

Entre los gemidos y azotes una gota de claridad, 

Emergía bajo la superficie

De la soledad de sus arrecifes. 


Bajo las décadas de soledad, 

En sus pechos encontré la piedad. 

Por un segundo, no tuve edad. 


Mi prosa, 

Mi soledad hermosa, 

Mi agobiada alma pecaminosa, 

Rugía con el vaivén divino, 

De sus manos sobre mi piel. 

Era quizás su sabor a miel 

O el fallido deseo de serle fiel

Que a mi carne hacía sobre exaltarme. 

Porque su olor, 

Preparaba mi futuro con dolor, 

Porque le viento, lo primero que se lleva, 

Es el olor, el recuerdo de una sensación, 

Tan sublime, tan indeleble, 

Tan entendible y a la vez, tan desagradable. 


Qué?

Replicó, 

¿Qué? ¿Qué sucede?

Nuevamente, 

Exclamó. 

Sus tiernos ojos color café parecían arder, 

Aveces miel, aveces espresso, otras ámbar,  

Ponían a mi mente a andar;

Se detenían bajo mi observar, 

Enmarcados en el eterno desear, 


Qué?

Replicó, 

¿Qué? ¿Qué sucede?

Nuevamente, 

Exclamó. 

Y bajo el silencio de la sentenciante pregunta, 

Omitiendo todo aquello que por un segundo sentí, 

Con el enorme valor que me atontaba, respondí:


Nada. 




lhp


Que no se nos acabe la noche

 Que no se nos acabe la noche 


¡Que no se acabe la noche!

Se burló con desdén, 

Mientras yo sentado en el andén 

Me quedé meditabundo. 

Sus ojos se posaban sobre mi, 

Su sonrisa se pavoneaba de un lado al otro, 

Mientras yo me quedaba sentado, 

Tantas dudas me dejaban nauseabundo. 

Que momento mas inmundo, 

Era todo aquel en el que la duda crecía como una pequeña grieta en el pavimento cedido. 

¿Qué buscas ?

 ¿Qué buscas ? 



Me preguntó que buscaba, pensándose bajo la sombra de las copas de los árboles, que con sutileza dejaban granizar uno que otro destello celestial sobre sus ojos. 

Nuevamente, luego del incesante parloteo, me preguntó:

¿Qué buscas ? Su boca se movía con un remolino de luciérnagas, en el perpetuo torcerse una ligera sonrisa se iba esbozando. Sus labios, opacaban toda voz, toda palabra y todo reproche, porque de ellos me convertía en prisionero, dulces como peras veraniegas, me negaban, me aceptaban, me colmaban y me asesinaban. 


¿Qué buscas ? Me preguntó nuevamente, intrigada por el efecto de su boca, decidió atacar nuevamente, con sus ojos. Al inicio ámbar, luego marrones, almendrados y hasta dorados, no había tregua, ella seguía preguntando.

En mis mas honestas palabras balbuceé con fe, deseaba que mi mente se abriera tan solo un segundo, 

Un instante, 

Un grito escuchado, 

Una plegaria cumplida, 

Una profecía completada. 

Deseaba, 

Tan solo deseaba, 

Con cada hebra de mi ser, 

Con cada recuerdo del eterno malestar, 

El agonizante vivir que tanto me pesaba, 

Esa inmensa y rígida cruz que en la espalda llevaba encarnada. 


¿Qué buscas ?

Preguntó implacable, nuevamente, 

Y sin mente, la miré 

Como todo un demente 

Como un leon a su presa mira, 

Como un ave que se encuentra bajo la mira. 

La miré, 

No había palabra, 

No había ni hubo, 

No entendía ella, 

Que todo lo que buscaba yacía postrado ante mis pies. 

No entendía, no entendía y me odiaba por no hacerle entender.

No entendía ella, que era la ausencia de reflejo en sus ojos. 

No entendía ella que cuando la miraba, no me observaba reflejado, 

No entendía ella, que cuando la miraba, la miraba a ella, 

Sus pómulos de fresa, su piel de frailejón, 

Su alma quebrada y rearmada, 

No entendía ella, que era ella misma la respuesta a todas sus preguntas 


¿Qué buscas ?


¿Qué busco ? 


Busco no perder aquello que he encontrado ya. 

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