La selva

Hacía ruido, ruido de lluvia, lluvia que en realidad no existía.
Hacía calor, calor en un lugar tan remoto como era el polo sur.
Habían árboles, plantas, arbustos, flores, pero nada tenía color, todo era blanco.
Caían plumas hechas de delicados fragmentos de hielo, que cortaban cual cuchillas volantes.
El incesante viento hacía el ruido de miles de máquinas, tantas que ni las ciudades mas grandes de aquel amplio mundo, juntas, llegarían a hacer.
El piso se un día, no a cada paso, pero si cada dos, y toda el agua de los riachuelos estaba mas dura que un gran bloque de hierro.
Los insectos, las aves, los animales en si, todos  carecían de color, excepto por aquella ave, mediana, con aquellas plumas azules, tan azules y oscuras como una noche, sin contar aquellos ojos rojos, como dos grandes rubíes.
Aquella ave volaba con la mas grande majestuosidad, libre, sin ningún tipo de limite.
Volaba para vivir, y vivía volando, tal como soñaba yo.
al cabo de unas cuantas horas de seguir por aquella blanca selva al ave, me detuve al ver que se poso en lo que era una especie de palmera incolora, y tome un poco de un liquido de extraño sabor que se encontraba en una cantimplora que no recordaba tener.
Pero cuando pasaron unos cuantos minutos, vi como el ave se iba desvaneciendo, y se iba con el viento, como una duna de arena, al igual que gran parte de la selva.
Incluso si, esta en realidad solo parecía difuminarse, y fue poco a poco como se tornó oscura, negra, sin casi luz, haciendo que temblara del miedo.
Aquella oscuridad infernal que me ponía los pelos de punta y hacía que mis palpitaciones fueran tan rápidas, como las rotaciones de la hélice de un helicóptero.
Mi respiración se oía, podía sentir como desperdiciaba energía en aquel tosco modo de respirar.
Pero toda esa agitación se debía a mi falta de luz, que hacía que me sintiera bastante nictofóbico, sentía, como si algo estuviera allí, observándome. Tal y como lo hace un halcón a su presa, así me sentía yo, como la presa, pavoroso, indefenso, cegado ...