Palabras secas,
Palabras huecas,
Puertas sin tuercas,
Cayendo como cuencas.
Ni tú ni no,
Ni tú ni yo.
Un panal sin zumbidos,
Un corazón sin ojos ni oídos,
Cuando toca andar de a uno y no de a dos,
Un glaciar sin pingüinos.
Ni tú ni yo,
Ni tú ni yo.
Una isla en un desierto,
con un mar seco,
sin bordes ni playa.
Es un infierno el invierno que en el pecho llevamos,
Porque enclavados nos vamos,
Picoteados somos, por el sol y la hiedra.
Y por manto tengo la ventisca
Y por almohada una pizca
Del recuerdo del amarillo, de un limón.
Ni tú, ni yo.
Ni tú, ni yo.
En la tempestad, no hay majestad.
En la miseria, no queda sino la disentería.
En la soledad, no queda sino la maldad.
Pero en mi, no queda más nada.
Ni tú,
Ni yo.
Ni tú,
Ni yo.
Cae la noche.
Se alza la mañana.
Todo es una patraña, una araña en el café.
Ni una mosca en el arroz, ni sangre por los dientes
No hay clientes para el hotel corazón.
La razón se esfuma
Más rápido que la espuma
De la cerveza de un ebrio
Cayendo por un río.
No.
Nada. Nada más que el sólido y ronco retumbar de una piedra en un pozo.
Un desgarro, como arañazo de oso,
No hay sangre que derramar, se secó toda en mis ojos.
Ni tú.
Ni yo.
Ni tú.
Ni yo.
No hay indicio
Tampoco inicio
De una leve mejoría
Porque la mayoría
De todos los sueños
Tienen ya un dueño
Enterrado bajo tierra.
Ni las tinieblas ni las nubes
Entienden lo que ves, lo que fue alguna vez.
Y lo que no fue.
Como gacela escapó mi fe,
Mientras de mi suerte me mofé.
No,
Ya no hay hueso bajo la carne,
Ni esperanza de que reencarne.
Ni tú
Ni yo
Ni tú
Ni yo.
Embarrado, mojado, golpeado y estrujado,
Divago junto al vago recuerdo de un día más cuerdo.
Pero empotrado en la cruz, que el libre albedrío me concedió, confieso que soy tan infeliz como una lombriz engullida por una rata voladora para acabar por ser defecado por los aires y parar en la calva de algún profano.
El gusto se pierde, como se pierde la vista, cuando se ha observado demasiado y amado aún más.
Pero ni tú ni yo, recordaremos lo que éramos antes de vernos.
Ni tú,
Ni yo,
Ni yo,
Ni tú.
Zozobro, sobro. Imploro, pero no ruego.
Porque luego juego.
No bebo
No me alimento
Porque mi aliento es de cemento.
Miro al cielo y asiento, presiento, el cielo me dice lo siento.
Ni tú
Ni yo
Ni yo
Ni tú.
Que amargo y gallardo es el recuerdo.
De tu fina sonrisa
Dibujada como la brisa.
De tus ojos de ébano,
Inspiración para este pobre escribano.
Y aunque duela donde la sangre cuela, el recuerdo no vuela, tampoco se congela, la noche no consuela, se desvanece como acuarela.
No somos
Ni tú
Ni yo
No fuimos
Ni tú
Ni yo
Porque así como llegamos
Nos fuimos.
Ayer murió un ruiseñor
Mañana quizás tú Señor
Pero hoy, mi amor.
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