viernes, 17 de mayo de 2013

La cruda realidad


Solía creer en la perfección, en algo inigualable, en algo maravilloso y estupendo, algo único y exclusivo, hasta que te encontré a ti.
La mirada que una vez creí considerar perfecta y que incluso creí amar, ahora no es mas que una simple cara, como cualquier otra. Tus labios, gruesos, tibios y “perfectos”, son solo un recuerdo, puesto que ahora que los veo, son nada mas labios, como los de cualquier otra. Tu frondosa cabellera que ondeaba como una bandera con el suave viento de la montaña, es ahora tan especial como el pelo de un gato callejero.
Tu mirada, que alguna vez sentí que me quemaba el corazón y me agitaba tanto que creía morir y nacer una y otra vez, ahora no es mas que una mirada, llena de desprecio y que solo provoca ira y amargura, como el resto de tu ser.
Tu alma, no era mas que un vacío, un foso no eterno, con un fondo oscuro y doloroso. Tus palabras de la misma forma, al llegar a mis oídos no son mas que palabras, ruido, una perturbación en el aire, ondas.
El verte caminar hacia mi y alejarte sin decir nada, ya no me trae dolor, no me hace sentir tu desprecio hacia mi. Solo me trae ira y rabia, rabia extrema de haber sido tan iluso de haber encontrado la perfección. Y a medida que te alejas, con tu tintineante y mentiroso andar, maldigo tu nombre y el día en el que te vi.
Maldigo constantemente, y aun así las palabras no se llevan el dolor que causaste en mi, o que yo mismo causé en mi.
La verdad, es que ahora ni mis palabras tienen sentido, todas aquellas que te di, todas fueron mal gastadas en una causa sin causa. Temo haberlas perdido para siempre.
Ahora, cuando la muerte puede llegar sin avisar, confió en que estas ultimas palabras puedan librarme de la carga, de haberte amado.

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