viernes, 4 de enero de 2013

una tarde de invierno...




La cortina se cerraba al igual que mis ojos, el cansancio me sometía a un peculiar cansancio. Mientras que tu maligna sonrisa me retorcía el alma a tal punto que sentía como se me salían los ojos de sus orbitas.
Mis venas nunca habían estado tan ensanchadas, no sabía si se debía a la cuerda que apretabas alrededor de mi cuello, o si era la exaltación de todo aquello que sucedía, no estaba seguro de que fuese, mas si sabía, que pronto iban a explotar, al igual que mi corazón.
Este latía incesante y velozmente, como el motor de un coche que recorre las grises calles de la ciudad a media noche yendo a toda velocidad. Así estaba mi corazón, y solo recordaba haberlo sentido así una vez, aquella vez que te vi por primera vez.
Lo recordaba con más claridad a medida que apretabas el nudo que me estrangulaba; una tarde de otoño como cualquier otra. El viento soplaba bruscamente arrancando las hojas de los grandes árboles, de la misma manera que el tiempo nos arranca la vida.
Y entre las hojas que danzaban suavemente con el viento, y las cometas de los pequeños, vi tus ojos. Oh, esos ojos que me cautivaron desde el primer momento que los presencié; eran una verdadera obra maestra, una joya viviente.
Después de unos cuantos segundos de admiración, vi ese rostro tuyo, hermoso como ningún otro. Y fue ahí cuando te diste cuenta que te observaba.
Tu mirada, dulce y acogedora, me derribó al instante. Como si tu mirada fuese el viento, y yo las hojas, y fue así como iniciamos nuestro baile, que ahora finalizaba.
Pero me detuve, y volví al presente, en aquella oscura habitación llena de humo y cenizas, con aquel fuerte y embriagante aroma que me nublaba la vista. Sabía que el momento había llegado, y debía estar en mis cinco sentidos.
La soga iniciaba a quemarme la piel, al igual que tus besos lo habían hecho; mis ojos se tornaron rojos, y no veía bien. Sabía que era culpa de la falta de oxigeno en mi humeante sangre, por lo tanto intenté respirar de manera brusca, veloz y eficaz, mas no lo lograba. Empezaba a sentirlo realmente, como se escapaba mi vida delante de mis ojos.
Te grité, mas de una vez, para que me soltases de aquella horrible silla, y desamarrases aquella soga que me estrangulaba, mas no me escuchaste.
Los segundos eran horas, los minutos días, y las horas años;
…..
continuará jaja
  

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