martes, 17 de junio de 2014

Entre Libros

Desde qué te escuché hablar por primera vez supe que eras como una pequeña caja, de esas que los artesanos tardan semanas en esculpir y que cuando te encuentras una por ahí no sabes que puedes hallar adentro, pero si sabes que será algo genial. De la misma manera te encontré a ti, una chica que bajo su pequeña y guapa apariencia escondía algo maravilloso.
He conocido personas que dicen ser distintas a las demás, he estado al lado de maravillosas personas, y amé a algunas peculiares, pero tu no entras en ninguna de esas, ya que eres realmente distinta a las demás personas.
He visto lunas sonreírme, he besado caderas curvas como montañas, y he conocido tu humanidad. Pensarás que exagero, puede que sí, suelo hacerlo, pero no creo que sea el caso.
El verdadero caso es que te encontré en mi vida mientras me sacabas la lengua como un pequeño colibrí saca su lengua de su delgado pico para sacar el más dulce néctar de una flor. De la misma manera tu sacaste lo mejor de mi en el momento más difícil de mi vida. Hay personas que hablan, hay personas que escriben, tu miras y lo haces todo fulminantemente.
Las personas suelen decirme que escribo bien, suelen darme cumplidos, pero ya no me los creo si tu no lo haces, como si necesitase de tu aprobación, tal vez porque creo que eres alguien que a pesar de no comunicar o expresar una gran sabiduría la demuestra con sus acciones, cosa que pocos hoy en día hacen.

Aveces te veo de reojo, aveces te pienso en el segundero del reloj, aveces pienso que te pienso más de lo que debería, aveces pienso que no te hablo lo que yo querría hablarte.
Puede que no tenga las mejores palabras, puede que no sean estás las palabras que conservarás para siempre, pero son tuyas, y de nadie más.
Me gusta como caminas, como si fueras un pequeño trozo de queso con dos alfileres por piernas, te mueves con la torpeza y delicadeza de un cisne, pero uno de pequeña estatura, un pequeño cisne que se mueve entre patos grises.
Tus ojos me sorprenden cada vez que los veo, porque no son como los ojos que siempre amé, no son como los ojos que me incitaban a prometer el infinito, son más bien los ojos que me hacen pensar en hablar que en escribir, y me gusta eso.
Por nariz tienes una pequeña cosilla blanca y rojiza que te hace ver como una muñeca de porcelana, limpia y delicada, una belleza naturalmente desnaturalizada que cautiva hasta aquellos con los más altos estándares de belleza.
Por labios tienes dos finos rayones rojos, rojos como una cortada sangrando, y derramas dulces palabras con una voz sencillamente complicada de describir. Y tus grandes dientes blancuzcos como peluches de bebe se mecen en esa boquilla que tienes. Y todo se mueve mientras pronuncias graciosas palabras. Tienes el humor más negro que una persona blanca puede tener, y la inocencia de una de tres y la madurez de una de 17.
Cuando intentaste fumar por primera vez me miraste como un hipopótamo mira a un cocodrilo, no se sabía sí te ibas a reír o si me ibas a atacar, pero sin duda una mirada memorable. Memorable como tu mirar perdido en el espacio, un espacio no de oscuridad y estrellas, más bien uno de palabras cursivas y otras en negrilla. Y me pregunto si hay espació para mi en ese infinito tuyo.
Y me siento apaciguado cuando aleteas como una foca con las manos que tienes, manos pequeñas y enfermizas como las de una chiquilla, pero que lucen a la vez como las de una mujer. Y me pregunto sí eres ya una mujer o aún eres una niña. Me pregunto tantas cosas cuando te veo.
Y te hablo como habla un despechado a una mujer atractiva, porque tu cerebro es suculento y me dan ganas de ser zombie para comérmelo todo. Y te doy palabras simples para no complicarte, y me complico mientras me simplifico, y es extenuantemente liberador, y me inventó palabras como me inventó conceptos como deseo inventar tu boca.
Y deseo que encuentres felicidad en la linda basura que te puedo prometer, y deseo que desee más cosas que incluyan tu nombre  y deseo que desees que yo desee que tu desees mi nombre.
Y me pierdo, y te pierdes en palabras ajenas y amenas. Y te quiero y me quieres y no nos lo decimos, y nos perdemos mientras nos encontramos, y te saludo mientras te digo adiós.

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