Te vas marchando, al igual que los bailes de nuestros ojos, el vaivén de nuestras risas, la dulce ilusión.
Todo se va, todo se marchita, al igual que tu rostro en los recuerdos, la dulce melodía de tu voz, la calidéz de tus manos, la felicidad.
Y yo sigo aquí, tras de ti, infeliz, desdichadamente trágico, resistiendo la angustia de la rotunda soledad.
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