Como un niño en medio de un mundo de adultos crecí,
Siempre entre tintes marrones y atizados reí,
Incluso llegué a sentirme como uno de ellos,
Comiendo, hablando, vistiendo y caminando a la par.
Pero a garrotes la vida me demostraba que no era uno de ellos, siempre haciéndome entender cómo era un niño, en medio de un mundo de adultos.
Pero luego el niño creció, y otra pose adoptó.
En medio de la ruleta, corría de desgracia en desgracia, una mala decisión tras otras. Perdiendo siempre el valor de la vida, de mi vida y de la existencia propia.
Apareces tú.
Con tus ojos de gata,
Seductores, pecadores.
Yo, renazco inocente en el baño divino de tus costas anheladas.
Y te miré.
Te miré y vi mi morir
Tan dulce como un último compartir.
Te besé antes de partir,
A un corazón desierto.
Vagabundo muerto.
Tirado por las playas de la soledad,
Me quedé esperando una respuesta.
Mire a diestra y siniestra.
Suerte no hubo.
Me ahogaba dentro de un tubo,
Asfixiante,
El aroma de tu cuello siempre en mi respirar.
Y es que en este eterno suspirar,
Me doy cuenta que la verdadera y agobiante verdad,
Es que a mis miedos destruiste, en medio del caos en el que te fuiste, me desnudaste de mi historia.
De mi vida y de mis penas.
Porque el brillo de tus ojos,
Coincidía con el brillar de mi sonrisa.
Recuerdo que se esfuma a toda prisa.
Pero hoy, hoy no.
Hoy vive duro y lancinante en las ruinas de mi corazón.
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